Se acaban las vacaciones. Mañana, otra vez al laburo. Voy a tratar de conjurar la melancolía que me produce la idea de volver a esa cueva de mediocres (con las debidas excepciones) escribiendo las reseñas de cine que debía. En el orden en que las vi, estas son las privilegiadas:
- El hijo, de los hermanos Dardenne. Aunque los directores son belgas, estoy casi seguro de que la película es francesa. Los personajes hablan francés, salvo que ya no sea capaz de distinguir el francés del belga. No recuerdo haber escuchado a nadie hablando belga, de todos modos. Durante los primeros veinte o treinta minutos de proyección, mi mal humor era terrible. Llegué a pensar en irme de la sala, algo que hice una sola vez en mi vida. No tenía ganas de ver algo así. Sí, era previsible, pero de todas maneras, el ritmo acelerado, la cámara en mano de movimientos frenéticos, los diálogos entrecortados, el exaltado y a la vez contenido estado de ánimo del protagonista masculino, siempre a punto de estallar no se sabía bien por qué, al comienzo me parecieron una colección de lugares comunes de ese cine francés independiente,miserabilista, nihilista y violento (ejemplo, Solo contra todos o Irreversible, de Gaspar Noé) que ya no tiene razón de ser. Pero a medida que los minutos transcurrían la película me fue ganando, me pudo convencer de que se trataba de otra cosa, de que los elogiosos antecedentes tenían su fundamentación (aunque nunca leo las reseñas antes ir al cine, generalmente es fácil saber quiénes y cuánto van a elogiar las películas que se estrenan comercialmente). Sin contar el argumento, se puede decir que la resolución de la película es magistral, se atreve a plantear e ir hasta el fondo de una historia terrible sin ningún golpe bajo, dosificando las palabras y las emociones con mucho oportunismo y de manera totalmente creíble. Salí realmente muy satisfecho. Podría decirse que como la proyección era en el Arteplex de Belgrano, casi todo el resto de los espectadores se retiraron educadamente sin hacer mayores comentarios, aunque es difícil saber si realmente les gustó. De haberse proyectado en el Village o algún lugar similar, varios se habrían indignado y lo habrían manifestado a viva voz. Especialmente por el final tan abrupto. Algún día debería escribir un largo artículo acerca de los distintos tipos de espectadores de cine.
- Munich, de Steven Spielberg. Es muy curioso lo que me ha pasado con Spielberg. En los últimos quince años no le presté ninguna atención. Su cine de ciencia ficción me parecía poco digno de un "intelectual" como yo, y cuando se aparecía con algo como La lista de Schindler lo tomaba como un simple truco de marketing consistente en anunciar a los cuatro vientos que de repente se había vuelto "serio", y que se atrevía a filmar una historia relacionada con el holocausto. Me daba la impresión de que la calidad de las películas era siempre lo menos relevante. Como tantas veces, estaba equivocado. (Curiosamente, un tipo tan respetable e inteligente como Tomás Abraham publicó en Perfil un artículo bastante imbécil en donde acusa a Munich de las mismas pavadas que yo le adjudicaba a Schindler). En los útimos años, casi por casualidad vi Atrapame si puedes, La terminal y Guerra de los mundos. Todas me gustaron. También, todas me parecieron imperfectas, desparejas, con momentos brillantes y otros casi pueriles. Pero me di cuenta de que Spielberg es justamente aquello que hoy escasea en Hollywood, es decir, un director muy personal, con un estilo bien definido, con sus virtudes y defectos, pero alguien que se atreve a plantear temáticas y cuestiones formales mucho más complejas de lo que puede parecer a primera vista. Y Munich continúa con la tendencia de las últimas películas que mencionaba, sólo que todo resulta mucho más extremo. Es posible que la narración sea desordenada, que los diálogos en alguna ocasión resulten impostados o grandilocuentes, pero la historia comienza siendo una reprochable oda a los eficientes servicios israelíes y se transforma de a poco (junto con sus personajes) en un muy fuerte cuestionamiento a la violencia como política y razón de Estado y en un reconocimiento al menos equilibrado de las razones de la causa palestina. En un momento como el actual, en donde la política mundial parece haberse desquiciado por completo y en donde se superponen las luchas entre fundamentalismos religiosos, los intereses económicos y los valores culturales para beneficio de casi nadie y amenazando con el exterminio total de millones de personas, a Munich se le pueden disculpar sus carencias formales (al menos por esta vez) y reconocerla como un emotivo e inteligente pedido de racionalidad y cordura.
- Ana y los otros, de Celina Murga. Acerca del cine argentino más en general también debería escribir un artículo aparte. Esta película fue filmada en 2002 y estrenada comercialmente recién ahora y en muy pocos cines. De hecho, yo la vi en el Cosmos y ¡con subtítulos en italiano! Las condiciones materiales del estreno en realidad ya hablan mucho más de la película que casi todos los comentarios que se puedan hacer de ella. Los críticos onda El amante la elogiaron mucho. Y no se trata de que no sea una película con varios méritos, aún cuando la propia directora parecía mostrarse mucho más cauta que los periodistas que la entrevistaban y la elogiaban tanto. Lo que sucede es que yo directamente cuestionaría, si no la existencia, al menos el estreno comercial (o para decirlo con mayor precisión, la reducida difusión pública) de películas como esta. Nadie las quiere ver. Y los que queremos, la terminamos justificando casi como con culpa. No estoy diciendo que una historia sencilla como esta, filmada con mucha corrección técnica y gran sensibilidad, sea peor que la basura usual que nos ofrece el cine nacional. De hecho, es mucho mejor. Pero a mí no me alcanza, no quiero sentirme un freak por seguir viendo estas películas, no quiero que me pase como cuando en el baño de un multicine, después de ver Sábado (de Juan Villegas y con la misma actriz de Ana...) un señor mayor me pidió que le explicara la película, si es que yo la había entendido. Claro, el señor me adjudicó la supuesta capacidad de comprender Sábado por razones generacionales y no tanto por una cuestión de capacidad intelectual. Pero aún así, lo increíble es que en películas como esta no hay nada que explicar, está todo ahí en la pantalla y es muy sencillo, pero el espectador promedio y su paranoico complejo de inferioridad jamás lo van a entender. Creo que hacen falta otra clase de películas, que empiecen por tener los méritos de Ana... pero que sean más arriesgadas en todo sentido, que contengan más sustancia y a la vez que no desanimen a los imbéciles que van a los multicines. Un oso rojo, la de Caetano, podría ser un camino a seguir. Otra posibilidad es el trabajo de Bielinsky, el mejor director argentino de la actualidad con tan sólo dos películas estrenadas. El problema es que en cuanto arriesgó un poco más de la cuenta, al ponerse un poco más oscuro y meticuloso de lo estrictamente recomendable, todos fueron a ver El aura, pero a nadie le gustó. Todo esto que digo es por si a alguien le interesa que el cine nacional sea capaz de seguir algunos ejemplos del cine americano, que en sus mejores exponentes sabe combinar la excelencia artística con cierta masividad comercial. Si no, mucho me temo que vamos a seguir conviviendo con la oposición entre el cine independiente-artístico-raro-lento-aburrido-elogiado por la crítica especializada-valioso pero inservible por un lado, y la mierda demagógica, sentimentalista, provinciana, burda, autoindulgente, conservadora, retardataria, oscurantista, nacionalista e imbécil del tipo de Papá se volvió loco o El hijo de la novia, por el otro. Necesito más opciones.
Hasta la próxima.
- Walk the line, de James Mangold. Para el que no registre el título en inglés, es el biopic de Johnny Cash (me niego a reproducir el estúpido título con que fue estrenada aquí). Para el que no registre a Johnny Cash, bueno, debería escuchar más o mejor música. Para el que no sepa qué es un biopic, debería saber más de cine, o de inglés (biography-motion picture). La película es convencional, apenas correcta en su narración y arriesga bastante poco, pero yo la disfruté muchísimo. Se trata de la música, y de una historia de amor realmente emotiva sin sentimentalismos exagerados. Con eso es más que suficiente. De Cash sólo tengo un disco en realidad, y varias canciones sueltas en bandas de sonido o compilados varios. Pero qué cantante increíble que es, que voz tan profunda y perturbadora (mientras escribo esto en el locutorio, los dueños me castigan con un atronador e inquietante compilado de reggaeton, cumbia, cuarteto y otros sub-productos de la peor mierda sonora que conoce el mundo, la que suele conocerse como música popular, nacional o latina, siempre "divertida", siempre despreciable. Y yo escribiendo sobre Johnny Cash. Para qué, sería la pregunta más obvia, pero no quiero ser tan obvio). Walk the line triunfa porque, aunque se limita a la obra más conocida y accesible de Cash, consigue transmitir al espectador bien dispuesto todo el poder y la energía de una música tan maravillosa, especialmente cuando se recrea acertadamente la atmósfera tan especial de ese momento mágico que es compartir con otros músicos y cantantes una actuación en vivo, cuando pareciera que los espectadores son sólo un decorado, cuando la vibración que genera la banda entre sus integrantes se transforma en lo único que importa en el mundo. Más aún cuando Cash pareciera ser capaz de conquistar a su amada June Carter gracias a sus canciones y a su particularísima capacidad de interpretación. Pero a Cash sí le interesa su audiencia. Delante de un auditorio colmado consigue que June le dé el sí. Y sólo delante de un público como el de la cárcel de Folsom parece sentirse capaz de consumar para siempre su alejamiento de las anfetaminas. Muchos comentarios elogian hasta el exceso la actuación de Joaquín Phoenix y Reese Witherspoon (claro, los famosos Oscar). Y es cierto, están muy bien, asumen el riesgo de cantar ellos mismos y superan el trance con mucha dignidad. Me sorprendió especialmente mi admirada Witherspoon (por siempre la heroína de esa maravilla que fue Legally blonde), que más allá de tecnicismos vocales, cada vez que canta y se mueve en un escenario resulta un derroche de energía vital y alegría. Es por ella y por la música, claro. En definitiva, hay que escuchar a Johnny Cash.
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domingo, 12 de febrero de 2006
Todo el cine de febrero
Publicadas por Arte y Sport a las 9:47 p. m.
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