La cosa fue bastante sencilla. Tenía que comprar mi propia batería de una buena vez. La tarde de hoy no podía ser más propicia: mi "amiga americana" (por la película de Wim Wenders, "Der amerikanische Freund", Samantha) me había pedido posponer la salida planeada para esta noche porque otra de sus amigas americanas había adelantado su visita prevista para mañana y le cayó en su casa por sorpresa. Se trataba entonces de aprovechar el tiempo. Había que tomar una decisión y ya no había nada más que averiguar. Si tradicional o electrónica. Nueva o usada. Portable o no. Nacional o importada. De medidas standard o más chica. De mi encuentro con el profesor de batería tampoco saqué mucho más en limpio. Cuando estaba más inclinado a gastar una fortuna en la electrónica Yamaha DTxpress, el profe me comentó que ni siquiera las Yamaha eran tan buenas (las nacionales ya habían sido descartadas), que las mejores eran las Roland -más caras aún-. La clase en sí fue un embole. Obviamente, mi técnica es un desastre, tengo que corregir miles de defectos. Pero si la cuestión me aburre, mando al profe al carajo: seguiré tocando como una bestia, pero tocando. Practicando en casa ya voy a tener la precisión y el tempo que me faltan. No me interesa el virtuosismo, la buena música no necesita virtuosos de ningún tipo.
Así que fui a ver al "Señor de los Platillos" (peor o mejor nick de la historia, todavía no lo sé). Tenía tres o cuatro modelos en mente, una vez descartada la opción electrónica. Finalistas: la Tama Rockstar y la Premier APK. La primera, de las fabricadas en Taiwan, el llamado Ford Falcon de las batas, la que está en todas las salas y tienen montones de bateros. Confiable y resistente a cualquier salvaje que quiera emular a Lars Ullrich. La segunda, un modelo tradicional inglés, un clásico con mejor sonido aunque quizás menos resistencia. Cualquiera que me conozca sabrá que opté por supuesto por la segunda. Inglesa, más cálida, más delicada, colorada, de un rojo tan desabrido que termina encantando por su simpleza. Nada de brillos superfluos o colores eléctricos. Algo que no muchos tienen o buscan. Algo como lo que a mí me gusta. Igual que mis muy ingleses amplificador y parlantes.
Es probable que el vendedor se haya creído el rey de los bananas por orientarme hacia ese modelo, ligeramente más caro. Igual, yo ya sabía de antemano que si no elegía el modelo de menores dimensiones (la Pearl Export Pro, mismo precio, bombo de 20´´ y tones más chicos, descartada para tocar rock según el conocedor), era la Premier, sí o sí. En lo que sí quizás haya hecho negocio el tipo es en habérsela comprado en mercadolibre.com a algún desesperado que precisaba la plata, creo haber visto un modelo así publicado hace unos meses, quizás era la misma. Pero no importa, éste era el momento y esto es lo que necesito.
Todavía no la traje a casa. La cuestión en sí me parece aún algo desmesurada. ¿Ahora, a los 32 años, gastar guita en esto y ponerme a darle a los tamborcitos? Sí, es ahora, esto es lo que quiero, pero me conozco y voy a tener que convivir con esa vocecita interior que me dice que estoy demente, o que es otro de mis entusiamos pasajeros y fatalmente inconducentes. No importa, ALGO productivo tiene que salir de todo esto, en algún momento tiene que pasar.
El comentario sobre el disco de Familia Costa en Los Inrockuptibles no fue a pedido, fue iniciativa de la propia revista. Excelente. Ojalá sirva para estimular a mis lánguidos compañeros de banda. Que desplieguen todo su potencial -que es bastante-, que se lo tomen en serio. (¡Que consigamos a un cantante! Perdón, se me escapó).
Pensaba escribir sobre películas. Tengo que comentar las que vi en cine últimamente: El hijo, Munich y Ana y los otros. Próximamente. Ahora tengo sueño. Mañana me voy al Tigre.
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jueves, 9 de febrero de 2006
Baterista equipado
Publicadas por Arte y Sport a las 11:52 p. m.
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2 comentarios:
Muy bueno el cuento de cómo te compraste la batería. Me gustó mucho. Además, claro que tenías que hacerlo, ¿a qué vas a esperar, a estar muerto?
Saludos
Amigo, yo tengo la misma batería (Premier APK roja), y todavía la sigo disfrutando.
Es más, tanto me enamoré de Premier, que hace poco me compré una más grosa, la Premier Artist.
Los ingleses saben lo que hacen.
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