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lunes, 24 de julio de 2006

Auge del cine arte



Hace un tiempo, haciendo un breve comentario sobre la película Ana y los otros, me atreví a dudar de la conveniencia de estrenar en el circuito comercial esa clase de trabajos independientes, hechos con muy poco apoyo oficial y con los que los directores y productores se juegan la vida y algunas otras cosas. También me preguntaba acerca del verdadero valor estético de algunas de las películas a las que se suele etiquetar como “nuevo cine argentino”.

Por supuesto que sigo dándole vueltas al asunto sin haber llegado a una conclusión demasiado esclarecedora, pero sí creo interesante comentar una nota firmada por Pablo Sirvén aparecida este fin de semana en La Nación, a propósito del estreno de películas como Bañeros 3, su éxito de público y la reacción de la crítica especializada. Recuerda Sirvén que porquerías como Bañeros existen y existieron en todas las industrias cinematográficas y en casi todas las épocas. Apunta que, si bien los productores hacen su negocio recaudando por boletería y cobrando subsidios indebidos del INCAA, el organismo oficial también recibe su tajada, lo cual permitiría financiar muchas películas que, en su opinión, no le interesan a nadie (habría que cotejar cifras y datos). Se queja de que en el cine argentino existen la pata industrial y populachera por un lado, y la experimental y vanguardista por el otro -esta última de calidad muy despareja-, pero que no se logra consolidar un cine comercial de alta calidad (Bielinsky se murió y Campanella es pésimo, agrego yo).

Si bien el artículo es polémico, creo que tiene razón en ciertos aspectos. Hay que sincerarse y decir que mucho cine supuestamente experimental (o alternativo, o como coño se lo quiera denominar) es en realidad bastante sobrevalorado. Y que aún si toda esa producción fuera de alta calidad, de todos modos seguiría yendo al muere, condenada a competir en inferioridad de condiciones en los multicines contra El código pedorro, como sucede actualmente. Sí, ya sé, también están los tanques que valen la pena (Superman, Piratas del Caribe), pero el problema es la escasez de alternativas. En lugar de exigir que se respete la cuota de pantalla en el circuito comercial, yo apostaría a jerarquizar el alternativo (Malba, Arteplex, Lugones, etc). O a que el BAFICI no sea un desbocado acontecimiento anual, sino que se prolongue con repeticiones de las mejores películas que, seguramente, no pudimos ver por falta de tiempo u horarios.

En este sentido, es una buena noticia que el INCAA haya anunciado la decisión de desprenderse del “cementerio” Tita Merello para pasarlo a un grupo privado, en el cual, según otra noticia publicada en La Nación, participaría Daniel Burman. Sería un experimento interesante contar con un verdadero espacio dedicado a lo mejor del cine mundial que no deba sufrir las penosas condiciones técnicas de las pocas salas que se atreven a pelearle a los tanques.

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