Gracias a las promociones de la revista El Amante Cine, pude ver de garrón dos películas del no siempre tan reconocido director holandés Paul Verhoeven. El lunes pasado fuimos al preestreno de Black Book (2007), primera película holandesa del director en más de veinte años. Apenas un día después, en el cine club de la revista proyectaron en DVD ampliado Flesh + Blood (1985), primera película europea de Verhoeven financiada con capitales norteamericanos.
Ambas obras son excelentes, de lo mejor que vi en los últimos meses. Son films que exhiben permanentemente las marcas de un director que admite pocas comparaciones. En esta época de cine comercial muy poco jugado y adaptado al gusto de cajitas felices, de cine argentino extraviado en la intrascendencia y de cine festivalero que llega en cuentagotas y dedicado a forjar sus propios lugares comunes, Verhoeven demuestra que a la potencia desatada del elefante en el bazar se le puede unir una pericia formal y un coraje intelectual inusuales.
Es curioso, siempre consideré a Verhoeven como un director inteligente, aunque excesivamente tribunero. Es posible que esta percepción distorsionada se debiera a que sus películas suelen ser carne sabrosa para la explotación de la tele por cable, de esas que se miran por partes siempre desordenadas, en sucesivas e infinitas repeticiones. Me gustaba la calentura que Verhoeven era capaz de generar con sus escenas de sexo (Bajos instintos), la estética facho-futurista y la intensidad de las acciones bélicas (Invasión), y el humor negro y brutal de algunos pedazos sueltos de Robo Cop y El vengador del futuro. Bastante poco, la verdad. Por otra parte, El hombre sin sombra me pareció un thriller científico bastante corriente.
Pero claro, ese no es el modo de mirar el cine. Habiendo visto estas dos películas todo empieza a entenderse mejor. Cualquiera que quiera leer un buen informe sobre la obra de Verhoeven deberá comprar el último número de El Amante, ya que a la web no subieron nada de ese material. Yo quiero destacar al menos lo revitalizante que resultó ver estas dos películas adultas, valientes en su tratamiento de temas complejos, de una perfección formal acompañada por un ritmo de narración frenético y atrapante. Black book y Flesh + Blood son de esas obras que crean universos propios de los cuales uno no querría salir nunca. Por más que sus historias sean terribles y violentas, todo transcurre con una naturalidad y una coherencia que terminan seduciendo sin remedio al espectador. Además, los héroes verhoevenianos (en muchas ocasiones, femeninos) contagian un entusiasmo vital desbordante por la manera en que enfrentan los acontecimientos más espantosos y consiguen superarlos, con valor, inteligencia y alegría.
Son realmente pocos los que se animan a lo que se anima Verhoeven, y casi ninguno lo hace con tanta pericia. Necesito hacer una revisión urgente de sus películas.
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