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lunes, 17 de septiembre de 2007

Screensaver


Todavía no vi Inland Empire, la puta madre, pero sí leí esta nota de dos alumnos de El Amante Escuela acerca de la llamada cuota de pantalla. No quiero ser cínico y descalificar un esfuerzo genuino y serio gratuitamente. Pero habiendo terminado de leer cuidadosamente el artículo pensé: "Todo muy bien, ¿y?".

¿Qué dice esencialmente este artículo? Que la diversidad cultural es algo deseable, que es considerada un derecho fundamental, que está incorporada a las Cartas de la ONU, a la Constitución y demás códigos, y muchas cosas por el estilo. Todo muy lindo, todas esas declaraciones son importantes y su espíritu debería guiarnos, pero el mundo real es otra cosa. ¿La solución entonces, según el paper? Intervención del Estado. Otra vez sopa.

Y además de eso, una variadísima colección de entelequias del tipo "sacrosantas leyes del mercado", "invasión", "homogeneización", "uniformización" (cito de memoria y quizás me equivoco). Bueno, para mí es sólo una cultura más pujante y vigorosa llevándose puestas a las demás. Fenómeno repetido a lo largo de la historia. Y que a otras culturas emergentes poderosas y distintas como la India afecta cada vez menos, un fenómeno del cual ya tendremos noticias frescas, más temprano que tarde.


Pensando en el cine nacional, se me ocurría también hacer una comparación con el negocio de la música (la cuestión de los costos de una y otra industria es cada vez menos relevante, gracias a las innovaciones tecnológicas, vale la aclaración, por eso la comparación me parece pertinente). ¿Alguien se queja de la falta de protección de los músicos argentinos frente a las multinacionales estadounidenses y europeas? Ya no, casi ninguno, apenas los de unos pocos y eternos guetos. ¿Por qué? Porque los músicos argentinos venden como nunca. Aún cuando lloren como monjitas abusadas por la piratería. Y aunque en general sus estéticas e ideologías sean absolutamente retrógradas e infantiloides (vi el último video de La 25 en Cuba y casi sufro un shock diabético), todos laburan gustosamente para sellos, grupos multimedia y sponsors de distintas “potencias del mal” y sus socios locales. ¿Alguien pide protección? Ni en pedo, nadie muerde la mano del que te da de comer.

¿Esto quiere decir que la cultura musical de los argentinos es de excelencia, que la música que se consume a nivel masivo es un orgullo nacional? No, nunca debe haber sido peor que ahora. Es decir, no hace falta protección contra la basura de afuera porque somos capaces de producir nuestra propia basura. De estricto consumo interno, por otra parte, porque si alguna vez grupos como Soda o los Fabulosos conquistaron toda latam.com, actualmente los mexicanos y chilenos se nos cagan de risa, por cultura y poder económico. Ya no nos necesitan, no comen vidrio.

¿Cuota de pantalla para qué entonces? ¿Para el equivalente cinematográfico de Pier? ¿De la Sole? ¿De Los Nocheros? ¿De Rodolfo? Y si nos ponemos más exigentes y modernosos y no transamos ni ahí, ¿queremos un equivalente de Bochatón, de Bicicletas o de Reincidentes? De todos estos hay muchos, a mí no me interesan.


Continuará...

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