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viernes, 22 de diciembre de 2006

Sí a las papeleras

Otra vez (¡otra vez!) como en 1978 con el mundial, en 1982 con Malvinas o en 2001 y 2002 con el default, por poner apenas algunos ejemplos, creemos que todo el resto del mundo está equivocado, y que nosotros somos los únicos esclarecidos que tenemos la razón. No la tenemos.

Pero no se puede decir. Queda mal. Y que a nadie se le ocurra cuestionar a las "víctimas". Queda mucho peor.

Por suerte, todavía quedan algunos que se animan a decir eso que muchos ni siquiera se animan a pensar. Gracias al blog de Alejandro Rozitchner (post del 22/12/06) me enteré del caso de Eduardo Montes Bradley, el director de este documental del cual posteo estos tres anticipos.

Va a ser casi imposible que esta película se estrene en la Argentina, pero igual la quiero ver, no faltarán medios para hacerlo.

viernes, 15 de diciembre de 2006

El disco del año



Todavía no preparé mi clásica lista de los diez discos preferidos del año. Pero sí sé que el mejor de 2006 fue Begin To Hope, de la cantante y pianista rusa Regina Spektor.

Un disco elegante, sensible, sofisticado. Austero en sus arreglos (en música, como en casi todo, menos siempre es más), predominantemente melancólico, con algunos momentos más intensos. Bellas melodías, algunas muy simples, otras más elaboradas, pero sin caer nunca en el virtuosismo gratuito o acrobático. Regina es pianista clásica, y sabe muy bien cuándo desatar su maestría, o cuándo contenerse y disimularla.

Este es el video de la primera canción del disco, un hit imbatible y también una delicadeza. No confundir con la sensiblería berreta de tanto cantante melódico que pulula por todos lados, como alguien (un músico, para peor) que osó comparar a Regina Spektor con Dido.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Más de Joy Division




Dos de las más tremendas canciones de la banda, en vivo en la tele. Si este video les resulta impactante, no se pierdan la película 24 Hour Party People, de Michael Winterbottom. No pienso reproducir el título con el que se estrenó en la Argentina, es una vergüenza.

martes, 12 de diciembre de 2006

Viejos mitos de la historia argentina

Hay algunas muy buenas razones por las cuales el éxito de los libros de historia de Pigna y Lanata me parece siniestro. Este artículo enviado por un lector de perfil.com al portal las explica muy bien. El que quiera aprender de historia que lea a Halperin Donghi, por ejemplo. Una sugerencia, nada más.

viernes, 1 de diciembre de 2006

Festivales

Pasaron los festivales de noviembre, y valió la pena el esfuerzo y el gasto. Recitales de todo tipo, género, calidad e intensidad. Podría escribir largo y tendido acerca de muchas cosas:

- de la emotividad y la ingenuidad política de Patti Smith, quien no defraudó para nada musicalmente, pero no me resultó el huracán mítico que muchos afirman que es.
- de la actuación de taquito de los Beastie Boys, que me hizo reflexionar bastante acerca de los vicios y las virtudes del profesionalismo extremo.
- de las excelentes intenciones de los TV On The Radio, una banda con un potencial enorme que tuvo que lidiar con un volumen bajito, propio de quienes no tienen todavía un lugar destacado en la grilla festivalera.
- del atronador sonido de los Yeah Yeah Yeahs, con la loca esa de Karen O poniendo en práctica el manual del descontrol rockero sin caer en el ridículo, pese a todo.
- del asombroso show audiovisual de Daft Punk (sí, todos hablan de las luces, no importa, lo increíble era cómo sonaban dos tipos con máscaras –vaya uno a saber quiénes- pasando discos y remezclando en vivo: puro punk rock).
- de la vergüenza ajena que causaba escucharlo cantar a Ian Brown, sin guitarrista, para peor. No se lo perdono a él, ni a nadie: mitos y leyendas son las griegas, si no podés cantar no te subas a un escenario, por más Stone Roses que seas.
- de la muy correcta actuación de The Bravery, una banda que no creo que nunca pase del “aprobado con 7”, pero que fue un necesario antídoto contra el sonido perruno de Brown.

Pero pasa que no tengo tantas ganas de escribir, en realidad. Y además, de lo único de lo que tengo ganas de hablar realmente es de New Order.

Es muy extraña mi relación y mi historia personal con esta banda. Que además no es una banda, sino que en realidad son dos. En el breve lapso en que Joy Division plasmaba en formas sonoras absolutamente novedosas toda la furia y desolación que podía sentir un ser humano (a pesar de su muy rudimentaria técnica, o quizás justamente por ello), acá se escuchaban cosas perimidas como el rock progresivo, y yo además era muy chico. Unos años después podría haberlo aprovechado a Luca Prodan, el primer iluminado que trajo el sonido de Joy Division para cuatro o cinco enfermos del Café Einstein, pero tampoco: como casi todo el mundo, me enteré de quién era Luca el día en que se murió.

Ya bien entrados los ´80 podría haber disfrutado de las canciones de New Order en cualquier boliche, cuando la banda estaba en la cima de su inspiración y popularidad. Pero yo iba poco a bailar, y cuando lo hacía, todo lo que sonara medianamente electrónico (aún una canción tan perfecta –¿la más perfecta?- como “Bizarre Love Triangle”) me fastidiaba.

Cuando empecé a escuchar música más en serio ya eran los ´90, y fue aquel el momento de la actualización de los ´60, es decir, grunge, sónica y brit pop. Todavía faltaba para el revival tardo-setentista y temprano-ochentista. Pero fue también el momento de acceder a revistas extranjeras, tan superiores a cualquiera de acá. Con las revistas inglesas entendí lo que significa culturalmente el rock para ellos. Con la española Rockdelux pude leer las palabras más hermosas para los discos más hermosos. Alcanza con leer artículos como los dedicados a The Queen Is Dead o Automatic For The People para sentir la urgencia física de escuchar esas obras. Así fue que en algún momento de 1998, justo antes de viajar al mundial de Francia, cayó en mis manos un número de la Rockdelux que le dedicaba su sección “Revisión” a una banda llamada Joy Division. Y como no podía ser de otra manera, esas palabras fueron como un encantamiento. De alguna de las decenas de disquerías que visitamos en Londres me traje el compilado Substance. Apenas diecisiete canciones, no quería ninguna de las otras preciosas cajas compilatorias que se podían conseguir a buen precio. Quería ir con prudencia. Lo bien que hice.

No fue amor a primera escucha, ni mucho menos. Me daba cuenta de que ahí había algo importante, pero no estaba a punto. Deben haber pasado quizás dos años más hasta que la fascinación fue total. Así y todo, nunca escuché ninguna otra canción que no fuera alguna de esas del compilado. Para qué más, pensaba, mejor no podría ser.

A esa altura había sido inevitable caer en la cuenta (¡al fin!) de que New Order eran los mismos tipos de Joy Division sin Ian Curtis, que se había ahorcado. Pero más allá de “Temptation” en la banda de sonido de Trainspotting, seguía sin darles bola. Hasta que en 2001 salió Get Ready, y ese disco sí lo compré, no recuerdo bien por qué (¿por la tapa en la Inrockuptibles?). Un trabajo apenas correcto, pero con una canción de apertura que está a la altura de lo mejor del grupo, “Crystal”. Entonces le llegó el turno al consabido compilado de New Order, que ni siquiera lo tengo original (en ese entonces todavía me importaba esa cuestión, aún no me había “digitalizado”). Y pasó lo mismo que con el de Joy Division pero a mayor velocidad, fue fascinación instantánea por esas canciones que conocía de algún boliche o de la radio, pero que para mí eran absolutamente nuevas. Y no podía creer que New Order fuera la misma banda que Joy Division, cuando con un poco de oído alcanza para entender que sí, que es la misma base musical –sobre todo rítmica- pero con una actitud muy diferente. Podría llamarla “melancolía fiestera”, eso que también hacen a su modo los Pet Shop Boys.

Vi luego el DVD de 2002, en vivo en el Finsbury Park de Londres. New Order volvía a tocar canciones de Joy Division después de años de negarse a hacerlo, y no importaba tanto que la voz de Barney Sumner –tan estúpidamente irresistible, como su propia figura- tenga poco que ver con los sonidos de ultratumba que profería Ian Curtis. Cuál es el problema, si siguen siendo ellos. A ellos sí les perdono lo que a ningún otro “dinosaurio” (y a R.E.M., por supuesto, cómo que no). Es que ellos son distintos. Se lo apreciaba en ese DVD, y se lo vio acá también. No hay nada que hacer en un recital de New Order, más que escuchar y bailar como un poseído. No hay nada especial para ver, en el sentido que se les suele adjudicar a los shows en estadios de las "grandes bandas". Sumner es un aparato, Peter Hook juega al punk rocker y a veces le sale bien. Eso es todo.

Mucho se ha dicho acerca de las limitaciones de New Order arriba de un escenario, y el video que acompaña esta entrada es una buena prueba de ello. Y eso tampoco importa, porque ellos tienen la actitud que hay que tener, y en un recital de New Order lo único que importa es que ellos están tocando sus canciones, esas canciones. ¿Qué las diferencia de cualquier otra canción de otras grandes bandas de rock, pop o electrónica? Lo único que se me ocurre decir es que cada canción de estos tipos son a la vez rock, pop y electrónica. Lo mejor de cada uno de esos géneros.

Quizás mis argumentos sean poco convincentes, o bastante confusos. Pero finalmente voy a tener que caer en uno de los lugares comunes que más detesto: no se puede explicar del todo bien con palabras lo que fue el increíble recital de New Order en el Club Ciudad. Fue básicamente como en el DVD, aunque faltó "She´s Lost Control" para que la fiesta (mi fiesta) fuera completa. Pero para qué quejarse si tocaron “Transmission”, “Crystal”, “Bizarre Love Triangle”, “Temptation”, “Love Will Tear Us apart”, “Blue Monday”, “Atmosphere”, “Regret”. Y sí, puede ser que entre Joy Division y New Order no sumen más de veinte canciones destacables, pero esas veinte, éstas que menciono y alguna más, valen por discografías enteras.

Y no, no voy a bajar ni a comprar ningún otro disco original completo, de ninguno de los dos. Así está perfecto.




Esto es en el Top Of The Pops, muy a principios de los ´80. La performance bordea lo ridículo, si pensamos en el vestuario, los arreglos, los pifies, el pad de batería electrónica que Peter Hook golpea y no suena... Igual es increíble.