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lunes, 29 de mayo de 2006

Corrección cinematográfica


Algo breve acerca de Crónica de una fuga.

Una película irreprochable. La fui a ver únicamente por fidelidad a su director, Israel Caetano, ya que hace varios años que me juré no volver a ver ninguna película relacionada siquiera remotamente con la última dictadura, tema que me tiene especialmente harto. Pero le tuve confianza a Caetano, y podría decirse que no me defraudó. La película es cruda, pero sin golpes bajos innecesarios, el ritmo del relato es sostenido, el suspenso está bien dosificado, técnicamente está muy bien filmada.

Y sin embargo... no me terminó de convencer. No creo que lo pueda explicar, es más una sensación de incomodidad que algún motivo concreto. Podría ser la presencia de Pablo Echarri, que por más medido que actúe... sigue siendo Echarri. Podría ser la campera Adidas retro de uno de los militares, detalle vintage totalmente anacrónico. Podría ser que todos los policías y milicos tienen unos bigotes sacados del video clip de Sabotage, de los Beastie Boys.

Me parece que el nuevo cine argentino ya demostró unas cuantas buenas cualidades, entre ellas, que puede hacer cine de género. Quizás sería hora de arriesgar un poco más, sin caer en esos mamarrachos torpes de principios de los `90. Algunos buenos directores tienen el crédito abierto.

viernes, 26 de mayo de 2006

mi:25:05:06


Sí, yo lo voté, y no me arrepiento. Sigo convencido de que era la mejor opción posible, y hasta es muy probable que, dadas las actuales circunstancias del sistema político argentino, aún hoy siga siéndolo. Y de más está decir que no parece probable que aparezca una mejor opción con posibilidades reales para el 2007. Así que ya muchos dan por descontado que tendremos más K. Nada menos que hasta 2011. ¿Razones para entusiasmarse? Más bien escasas. De todos modos, tampoco sería síntoma de madurez política el despotricar indiscriminadamente contra todo el gobierno y la clase dirigente, deseando el desmoronamiento del hoy encumbrado pingüino y esperando ingenuamente que por los efectos (devastadores) de esa hipotética caída un nuevo líder se alzare sobre las ruinas del sistema institucional para refundar por enésima vez la nación, proclamando las nuevas verdades absolutas, que, cabe imaginar, serían diametralmente opuestas a las actuales. Más bien sería deseable tratar de entender que la institucionalidad del sistema argentino sigue en un muy lento proceso de transición desde el colapso casi total de 2001 y 2002 hacia un modelo que, muy posiblemente, se empiece a definir mejor a partir del segundo mandato de Kirchner.

Aunque también es evidente que todo el conjunto de medidas y decisiones de la actual administración son material suficiente como para permitirnos aventurar, con todas las salvedades que la típica imprevisibilidad argentina nos impone considerar, qué modelo de sociedad, qué tipo de economía y qué sistema de organización y representación política se intentarán consolidar. Qué modelo de país, en definitiva. Y si además éste será viable, claro está.

En este sentido, el masivo acto del 25 de mayo kirchnerista fue de una importancia nada despreciable para la tarea de intentar avizorar lo que se viene. Se podría pensar que, como todo mitin político, fue apenas una demostración simbólica de fuerza. Una celebración envalentonada, un ejercicio de voluntarismo, una tentación ante la cual han sucumbido todos los presidentes desde 1983 cuando se sentían con las fuerzas suficientes como para hacerlo. Pero también fue bastante más que eso. Fue todo un acontecimiento significativo, en su sentido más semiológico, si se me permite aplicar este término tan técnico. Una superposición de imágenes, íconos y palabras, una repetición de actitudes y comportamientos, una serie de rituales que permiten analizar el actual estado de la situación y cuáles serán los próximos pasos. En la política, las cargas simbólicas importan, y mucho. Los discursos, también. No sólo por lo que dicen, sino también por lo que omiten, por su entonación, por sus destinatarios, por quienes parecen avalarlo con su presencia en el palco, por su sentido de la oportunidad.

Entonces, ¿qué se puede sacar en limpio después de un rápido vistazo de lo más destacable de este acto? Lo más evidente: quienes deseamos la modernización integral del sistema político argentino, con un modelo menos presidencialista y un Parlamento jerarquizado, con un aparato judicial moderno y eficiente, con un conjunto de partidos actualizado ideológicamente y que represente en esencia a las opciones más plausibles para ejercer el poder, es decir, la centroizquierda y la centroderecha; quienes estamos hartos del mesianismo, el populismo, la ineficiencia y el autoritarismo tan típicamente latinoamericanos, y deseamos fervientemente un viraje hacia las virtudes de las mejores y más consolidadas democracias del mundo; todos quienes intentamos tomar conciencia de los enormes desafíos que implica vivir en la vertiginosa globalización del siglo XXI y creemos que el pasado, aún el más reciente, es solamente valioso como objeto de un (profundo) estudio histórico, lo cual no es poca cosa si se lo piensa con detenimiento; todos nosotros, que me encantaría creer que en verdad somos más de lo que me parece, vamos a tener que seguir teniendo paciencia, esperando quizás mejores oportunidades e intentando contribuir a crear otras condiciones para que esos deseos puedan hacerse realidad. Más allá de que en la Argentina, de más está decirlo, para bien y para mal todos los cambios se imponen desde arriba.

Porque lo que quedó muy en evidencia en el 25-M de Kirchner es que la base concreta de su hoy omnímodo poder es lo más rancio y retardatario del peronismo. Sabido es que el presidente sabe exhibir un discurso apropiado para cada ocasión y para cada auditorio, pero también hay que saber que algunos de esos discursos no tienen ningún sustento en los hechos y las medidas reales. Escuchamos acerca de pluralismo, amplias convocatorias, transparencia, calidad institucional, capitalismo moderno. Desde hace unos días, de concertación. A la chilena o a la española, dependerá de la preferencia de cada uno. Pero en concreto, lo que se ejecuta es exactamente lo contrario de lo que se proclama. Porque, más allá de cualquier matiz interpretativo, ¿quiénes estaban ayer en la plaza, qué representaban, de dónde provienen? Nada de modernidades. Lo que hoy le provee a Kirchner ese apoyo multitudinario que se empeñó en exhibir son los mayores beneficiarios de su gestión, es decir, el conjunto de las corporaciones más cercanas al sentimiento peronista tradicional. Por más que amagara con la transversalidad, que intentara seducir a diversos grupos progres y de izquierda, aunque rara vez nombra a Perón y la liturgia peronista clásica difícilmente sea tan fashion como el vestuario de Cristina, los que concurrieron a la plaza a bancarlo a K fueron: los sindicatos en primerísimo plano, que ya han recuperado buena la parte del poder que Menem les había arrebatado; el rejunte de partidarios y punteros de muchos gobernadores e intendentes que seguramente odian a los pingüinos pero sobreactúan su fidelidad porque dependen de las arbitrariedades de la coparticipación y los fondos de las cajas; las fracciones de piqueteros muy beneficiadas por la administración, que ahora tienen poco para reclamar y mucho para agradecer; la Iglesia, que se queja por “detalles” pero recupera el tedeum en la catedral y mantiene los privilegios de siempre ("y mejor no jodan con la educación sexual, la despenalización del aborto y otras modernidades porque ahí nos calentamos en serio, después de todo monseñor Baseotto me agarra el choto", debe pensar Bergoglio); los grupos defensores de los derechos humanos, a quienes los únicos autoritarismos que parecen alterarlos son aquellos que no suben a Mercedes Sosa y a Víctor Heredia arriba del escenario; el Ejército incluso, que sería la excepción por ser tan maltratado por el “zurdaje” verbitskyano, pero que tuvo que disfrazar a sus granaderos y tocar algunas marchitas. El protocolo es así.

Por cierto, faltó la corporación empresaria, que se escandaliza con los modales de tipos como Guillermo Moreno, pero que si sabe ubicarse en donde corresponde tiene excelentes oportunidades para hacer grandes negocios (preguntar por Julito). Aunque la contrarreforma laboral los asusta, y mucho. Y faltó el enemigo tradicional del tradicional peronismo, el eje del mal nativo: la oligarquía terrateniente. Que se queja, se queja y se queja. Con y sin fundamento. Lavagna, en todo caso, era más elegante para ponerlos de patitas en la calle. “Así que les va muy mal, qué cosa, pero ¿cuánto se valorizaron sus campos en los últimos dos años?”, les preguntaba. Ahora, más retenciones y encima prohibiciones para exportar ganado. Enfrentamientos verbales, amenazas y paros, nunca trabajo y planificación, de ninguno de los dos lados. O si lo hay, nadie lo comenta, nadie se entera.

Entonces, en la plaza, corporativismo puro. Es decir, un modelo de participación política y ciudadana que se lleva muy mal con la democracia representativa liberal y moderna. A todo el festival de exaltación del nacionalismo retrógrado, mejor ni mencionarlo, por más irritante que resulte. Eso puede ser apenas anecdótico. Es mucho más preocupante que la calidad institucional se siga degradando, que el Congreso sea sólo un decorado fastuoso, que la Justicia sea avasallada y sirva sólo a los amigos. Que las medidas que deciden la suerte del país sean decididas entre corporaciones de funcionamiento poco democrático y con la ostentación de la propia fuerza como principal argumento de negociación. Que lo que el gobierno entiende por consenso y pluralismo sea en verdad sumar apoyos de cualquier lado con tal de que sea ciego e irrestricto.

¿Es posible, partiendo de una situación como la actual y como aventuran algunos como Torcuato Di Tella, imaginar para después del 2007 un sistema político más definido entre centroizquierda y centroderecha (más allá de alianzas circunstanciales y nomenclaturas) y un gobierno más preocupado en la gestión y en la previsión del mediano y el largo plazo? Difícil saberlo. Para empezar a despejar esa incógnita no estaría nada mal que K empezara a hacer lo que dice que quiere hacer.

100 años de Defensores de Belgrano


Sería un atrevimiento que me considerase un hincha de Defe. Apenas un simpatizante. Pero, al fin y al cabo, soy bisnieto de uno de los socios fundadores, así que vale este pequeño homenaje.

Por eso y por algunos recuerdos de la infancia. Aprendí a nadar en las hermosas piletas de Defe, con unos vestuarios que me parecían un lujo (¡tenían compartimientos individuales para cambiarse!). A la cancha me llevó algunas veces mi abuelo, que ya había intentado hacerme de River llevándome al Monumental toda la campaña 1979, pero fracasó estrepitosamente. También un recuerdo de aquellos años del infierno de Racing en la B, un partido en el Cilindro en 1984, con Racing haciendo lo imposible para no perder de vista al Deportivo Español que se escapaba irremediablemente en la punta y Defe jugando tranquilo, enloqueciéndonos con los desbordes y un golazo al ángulo de Walter Fernández, quien al año siguiente pasaría a Racing y nos regalaría muy buenas actuaciones, además de la Supercopa. Aquel partido lo dio vuelta Racing, sufriendo mucho y ganando 2 a 1, pero nada de ascenso esa temporada. Faltaba otro largo año.

Incluso, una pequeña traición. En 1992, Defe bajó a la C y debió enfrentar a Excursionistas, el clásico rival del Bajo. Y mi viejo quiso ir a la cancha conmigo, pero a la tribuna de Excursio, porque mi otro abuelo, su viejo, a quien no llegué a conocer, era del Verde. Fue un partidazo, ganó Excursio 3 a 1, y reconozco que grité los goles. Cómo no hacerlo, en esa tribuna de enloquecidos.

Supongo que ese desliz fue perdonado. Me alegré cuando Defe subió a la B, y después al Nacional. Si en la AFA no hubiera joda, el año pasado habría bajado el desagradable Chacarita de Barrionuevo, y no Defe otra vez a la B. Este año el ascenso se escapó por poco. Así que vamos Defe, que hay que volver al Nacional.

sábado, 20 de mayo de 2006

Familia Costa en la radio

Un poco tarde, pero esta es la novedad. Habrá más para la semana que viene, con tiempo.

martes, 16 de mayo de 2006

Más nacionalprogresismo


El siguiente es un link al blog del inteligente crítico de cine Leonardo D´Esposito (http://www.elbigote.blog.terra.com.ar/), quien comenta un ridículo proyecto de ley que obligaría a todas las películas nacionales a incluir primeros planos de la bandera nacional.

Es una locura total. De todas las lacras ideológicas posibles, el nacionalismo es una de las peores. ¿Sabrá la senadora que estamos en el siglo XXI, conocerá la problemática de la globalización, estará al tanto del agotamiento del modelo decimonónico de estados nacionales? No creo, ni siquiera sabe escribir en español. Creo que es en la política cultural en donde se hacen evidentes las peores características del peronismo. Esa visión tan atrasada del mundo, ese autoritarismo inspirado -como bien dice D´Esposito- en el fascismo, el nazismo y el stalinismo, ese paternalismo que favorece un estado guardián ideológico de las cabecitas de sus indefensos ciudadanos, ese estúpido y simplificado odio por los EE.UU. Lo peor es que mucha gente va a estar de acuerdo con el proyecto. Los políticos obedientes que quieran quedar bien con el jefe, los cínicos de la "industria" súbitamente patriotas para financiar Patoruzito y otras basuras, los ñoños biempensantes y políticamente correctos del gran diario argentino, el público en general finalmente, que supo ser liberal, cosmopolita y privatista y súbitamente se ha vuelto progre, nacionalista y estatista. Una regresión en todo sentido.

viernes, 12 de mayo de 2006

P de polìtica


Esta vez los prejuicios no tuvieron fundamento. Contra todo lo que indicaban sus antecedentes, V de venganza es una película que, sin dejar de aspirar a recaudar las mismas fortunas que cualquier otro tanque de Hollywood que se precie de tal, se diferencia de la mayoría de los bodrios de su categoría por arriesgarse a discutir algunos planteos políticos fuertes sin caer del todo en la banalidad, y sin excesivas concesiones a lo políticamente correcto.

Por más que se la presente como otra adaptación de las historietas de un superhéroe, V de venganza es en realidad una versión muy libre y alivianada de 1984, la famosa novela de George Orwell. Cierto, posiblemente no muchos espectadores de multicines podrían soportar una película que respetara fielmente el espíritu de aquel libro tan implacable y angustiante, que en el inicio de la guerra fría se animaba a desarrollar con paciencia y detalle todos los horrendos aspectos de un estado totalitario en un futuro próximo. Por eso los principales problemas de V no residen en su estética más bien convencional, o en algunos diálogos grandilocuentes, o en su estructura de flashbacks algo confusos, o en el escaso atractivo de sus escenas de acción. La película debe, antes que nada, lidiar con una dificultad inicial, que radica en cómo trasladar el futuro de Orwell al futuro cercano inscripto en el imaginario colectivo del espectador de comienzos del siglo XXI. En V, el estado policial inglés que se jacta de prevalecer incluso por encima de los EE.UU no termina de armonizar con la percepción más difundida de un mundo globalizado dominado por las grandes corporaciones informáticas y de biogenética, aquello que el cyber punk avizoró y el presente parece confirmar, al menos parcialmente. La fortaleza de ese estado policial inglés del futuro se justifica únicamente en su estricto control policial, por supuesto que posibilitado por una sofisticada tecnología de represión más insinuada que puesta en escena, y por el aparente monopolio de las transmisiones televisivas. Pero claro, esa situación algo simplificada no parece tan horrenda como para justificar el accionar terrorista del enmascarado. Los ingleses de ese futuro pueden parecer algo anestesiados, deben respetar toques de queda y dependen de la TV estatal para saber cómo pensar. Pero parecen esencialmente felices, no hay exclusión social o económica, la paranoia que genera el sistema de delaciones no parece mucho peor que el generado por una manzanera duhaldista. A lo que se parece esa Inglaterra no es tanto al totalitarismo clásico sino al presente de la heterodoxia comunista china: una extraña combinación entre estado fuerte, control social, poder militar, economía de mercado, alta tecnología y acceso a Internet pero con contenidos restringidos.

Por eso, como casi siempre en el cine mainstream, para justificar la construcción un tanto endeble del presente se debe recurrir al pasado. La historia que se narra mediante sucesivos flashbacks es imprescindible para entender el presente de las acciones, todo ese torbellino que se va acelerando a medida que se acerca al poco sorpresivo final. Y también como casi siempre en estas películas, el trauma de un individuo se entrelaza con la historia de esa estructura (en este caso estatal) que lo determinó para siempre y sobre la cual se dispone a operar. Siempre el individuo enfrentado al colectivo. Un tipo de individuo que excede la categoría de superhéroe para entrar en la harto más problemática de terrorista. El enmascarado es un resultado directo de las operaciones del estado, porta un discurso social para levantar a las masas, pero su motivación es personal. Después de dinamitar el Old Bailey y antes de destruir el parlamento (su particular modo de llamar a la desobediencia civil), la tarea que lo ocupa es la venganza personal, matar a esos otros individuos que le hicieron lo que le hicieron, en nombre del estado, de la ambición de poder, o de la megalomanía cientificista.

Las dos historias principales de V de venganza están, como decía antes, entrelazadas: por un lado, el ascenso y posible caída del estado policial inglés; por el otro, la identidad y el accionar de un individuo que fue un producto colateral de aquel ascenso y artífice solitario del inicio de la caída. Si la Inglaterra de 2025 se parece a la China de 2006, la que permite la ascensión del partido del alto canciller es igual a la Alemania de Weimar que culmina en 1933 con Hitler y el III Reich. Toda la estética partidaria es una copia nada sutil de la emblemática nazi-fascista (algo también recreado en The Wall y agotado por sus innumerables reproducciones merced al merchandising). En resumidas cuentas, las bases del conformismo inglés del presente de la narración hay que rastrearlas en el miedo y el caos del pasado: una sucesión de guerras internacionales gentileza de los EE.UU. y la eterna cuestión de Medio Oriente, más las operaciones desestabilizadoras del partido, las cuales culminan con los experimentos y los atentados bio-terroristas contra la propia población inglesa como mecanismo último para consolidarse en el poder. De aquellos experimentos nace el enmascarado, superhéroe y terrorista, guerrero e intelectual, bon vivant y connaiseur, atesorador de los emblemas de la alta cultura del pasado (un inglés puede ser revolucionario y conservador a la vez), extremista dulcificado por el amor de una mujer (quien arrastra sus propios traumas a causa del accionar del estado) a la que sin embargo no duda en torturar con tal de convertirla a su causa.

Como se ve, V de venganza trata de cuestiones bastante urticantes para lo que es la media del cine comercial. Y a pesar de sus evidentes falencias, no lo hace de manera superficial. Para la polémica quedará, en todo caso, si a todos esos recursos que debe utilizar para aligerar la historia original de 1984 se los debe considerar como medios legítimos para lograr que una película así llegue al gran público, o como concesiones inaceptables que terminan por diluir demasiado el mensaje político de fondo. Ciertas cuestiones del film podrían servir como argumentos a favor de cualquiera de las dos posiciones. Las terribles “telepantallas” de Orwell son aquí hermosos aparatos de pantalla plana, con el logo de una marca actual bien visible. Las torturas por las que debe pasar Natalie Portman son de un jardín de infantes en comparación con lo que sufre (y cómo termina) el desgraciado de la novela. El llamado a la acción civil del enmascarado tiene la estética del atentado terrorista (ver explotar al Big Ben es una referencia obvia a las Torres Gemelas) pero lo que termina proponiendo es una desobediencia civil no violenta (por suerte), más al estilo de la Ucrania del año pasado que a las violentas (aunque imposibles) rebeliones imaginadas por Orwell. Y estos ejemplos no son para nada anecdóticos, sino que están en el centro de la discusión política que la película propone. Que esta discusión sea posible, ese es un mérito de la película. Que las industrias culturales propongan a los estados totalitarios como los únicos malvados del futuro, es una de sus limitaciones.

El Cholo




Tres momentos, ilustrados por las fotos.

Copa América de 1999. Las estrellas argentinas que juegan en Europa alegan cansancio, stress, jet-lag, lesiones en fiestas, y se niegan a jugar para la selección. Marcelo Bielsa no chista, y arma un equipo basado en el Boca de Bianchi que bate todos los records. Y con el Cholo Simeone. Él sí que viene de Europa. Cómo no va a venir.
Partido debut contra Ecuador. Van pocos minutos y hay corner para Argentina. Un centro pasado, y el Cholo, que venía lanzado como una tromba, se eleva y conecta un furibundo cabezazo, de pique, inatajable. Golazo. El Cholo lo grita como si fuera la final del mundo. Es el mensaje del capitán.

Fines de 2004. El Cholo planea su retiro. Podría hacerlo en Europa, en el Aleti, en la Lazio, en el Inter, en donde conquistó títulos y la idolatría de los hinchas. Pero no, él es de Racing, dijo que se quería retirar en la Academia, en donde nunca jugó, y eso es lo que va a hacer. Viene, juega bastante bien, hace un par de goles, no sale campeón por poco. Habría salido si hubiese venido a River o Boca, como Francescoli, Gallardo, Balbo. O si se quedaba en Qatar, como el Bati. Pero no, él vino a Racing, y en Racing las películas rara vez terminan bien.

Mediados de 2006. Se tuvo que retirar antes de lo previsto. Su segundo campeonato fue más flojo, algunos atrevidos se animan a chiflarlo. El equipo cae en picada, se come a varios técnicos. ¿Quién agarra la papa caliente? El Cholo. Debuta como técnico, y nada parece cambiar. El equipo sigue perdiendo, amenaza la promoción. Pero algo cambia. El Cholo puso a los pibes de las inferiores, los que salieron campeones con la cuarta. Y de repente, cuatro victorias al hilo, con el arco invicto. Eso, en el fútbol argentino de hoy, tan imprevisible e histérico, es un milagro. Pero igual se va a tener que ir. Cambio de manos en la empresa Blanquiceleste S.A., gerenciadora del fútbol de la asociación civil Racing Club.

Se va por la puerta grande, y no importa el partido de esta noche. Habría que despedirlo como se lo merece. Un partido en la cancha de Racing, contra la Selección. Un tiempo para cada uno, y lo que se recaudare por la venta de entradas (cuyo precio no debería ser de $ 100 la general, para que la pelota no se manche), quedaría para el club o para beneficiencia.

lunes, 8 de mayo de 2006

Rock en la fiesta electrónica



No creo que las fiestas electrónicas como la Southfest, a la cual asistí el sábado pasado, tengan muchos motivos musicales de peso como para justificar el elevado precio de su entrada. No es que falte calidad, en todo caso falta cantidad. En la Creamfields del año pasado pude comprobar que pagando mucho menos que una entrada de campo para ver, por ejemplo, a los apolillados U2, tuve a mi disposición horas de música en vivo en los más variados formatos y géneros, desde Emmanuel Horvilleur a la Zuker XP, desde 2 Many DJ´s a Prodigy, desde Paul Oakenfold a Audiobullys. Muchos escenarios, varias carpas en un espacio adecuado, sin superposiciones ni otras mezclas de sonido que no fueran las ejecutadas por los DJ´s. Sí, claro, conseguir algo de comer o tomar era más difícil que en Haití, pero más que nada estoy hablando de música.

Pero la Southfest fue otra cosa. Un predio mucho más pequeño, apenas un escenario principal y una carpa medianita, demasiado próximas entre sí. Una docena de artistas en total. Sólo dos bandas en vivo. Poca oferta para lo que era el precio de la entrada. Pero como ya hace rato que se nota en los festivales dirigidos al público de clase media para arriba (bastante arriba) a nadie parece importarle demasiado. Está el VIP, están las cada vez más numerosas carpas de los auspiciantes, donde casi nada viene de arriba, sin embargo. Más bien todo lo contrario. Y por supuesto, está el público, también cada vez más numeroso, habitual de este tipo de festivales, que básicamente y como en cualquier otro evento multitudinario no tiene ni idea de lo que está escuchando, quiénes son los que tocan, que estilo tiene tal o cual DJ. Se trata de estar, como había que estar en River con los Stones. Se trata de bailar, moverse, bailar mucho, tomar tragos, Speed, bichitos, churros. Algunos llevan las bocinas, otros silbatos, otros muñecos, o disfraces, prendas estrafalarias. Lo que se puede hacer en Mint o en Pachá cualquier día, pero al aire libre y a mayor escala. ¿Es todo esto criticable de por sí? No más que todos los rituales del aguante, por ejemplo, o del reviente cumbianchero. El eterno juego de mirar y ser mirado, de llamar la atención, de divertirse o creer en la diversión. Las diferencias son superficiales, es sólo cuestión de poder adquisitivo.

Pero a mí me interesa la música. Sí, la entrada me la regaló mi hermano, pero de todos modos yo tenía muchas ganas de ver a LCD Soundsystem. ¿Por qué un grupo de rock como éste del notable James Murphy (natural de New Jersey, también DJ y productor de los geniales The Rapture y otros grupos nuevos importantes, para más datos) se presentó en una fiesta electrónica? Simplificando bastante la cuestión, porque su música contiene algunos de los elementos que cualquier clubber globalizado pediría para bailar un buen rato en su pista preferida, pero en verdad LCD Soundsystem es mucho más que eso, y por eso lo considero un grupo de rock, acogedora etiqueta que permite reunir a todos los descarriados e inclasificables. Para bailar están los ritmos machacantes, los bajos poderosos e hipnóticos, temas de largo desarrollo (y no quiero menospreciar para nada la importancia del baile para la música). Pero también están las melodías mínimas, unas cuantas parrafadas rapeadas sin rastro de hip-hop, algunas frases que se repiten como mantras, teclados y guitarras que pasan desapercibidos a nivel de la ejecución pero que disparan certeros ataques sónicos al cerebro. Además, abundante percusión, tanto electrónica como tradicional, a cargo de un baterista de un despliegue llamativo, y ocasionalmente también del guitarrista y del propio Murphy. En algunas canciones, y como para reforzar, bases pregrabadas de bajo y batería, todo perfectamente amalgamado. Un conjunto bastante particular, una mezcla de Public Image Ltd. con Daft Punk, algo de dub, algo de house, algo de ruido industrial.

Y el recital fue contundente, conciso, de apenas una hora de duración, y si bien quizás no hubiera sido conveniente prolongarlo demasiado, sí me quedé con ganas de un par de canciones más, no sé, quince minutitos, un par de bises. Pero no, el horario está pautado, hay que desmontar todo que viene Cattaneo. No importa, LCD Soundsystem demostraron con creces por qué son uno de los grupos más interesantes del momento, ofrecieron un show impecable, que combinó prolijidad y potencia, meticulosidad y el necesario descontrol de toda presentación en vivo. Un sonido muy bueno y sin fallas, que permitió apreciar la variada paleta de sonidos del grupo. Si no se puede calificar al show como memorable, como sí lo fue este año el de Franz Ferdinand, es porque simplemente el marco no era el más adecuado, por todo lo expuesto más arriba. De hecho, el único tema que tocaron con un poco de desgano fue el hit, el que todos querían escuchar, el radiable "Tribulations". No es que esa actitud sea elogiable de por sí, pero es la clásica venganza del músico. (A propósito de esto, para la historia quedó la furia que le provocó a Nirvana el típico machismo y la intolerancia de los descerebrados rockeros argentinos para con sus amigas, las Calamity Jane, lo que derivó en uno de los peores shows de un grupo internacional relevante en Buenos Aires, con Kurt Cobain amagando todo el tiempo con tocar "Smells Like Teen Spirit" para finalmente no hacerlo nunca).

¿Y qué más hubo en la Southfest? Alcancé a escuchar cuatro canciones de Ladytron, la otra banda en vivo programada. Absolutos desconocidos para mí, fueron una agradable sorpresa. Tres chicas y tres chicos, todos vestidos de negro, una onda ligeramente gótica, pero sin exagerar. Y los sonidos acompañaban el vestuario, un rock medio tiempo bailable e industrial, con dos cantantes que más bien recitaban, con melancolía impostada pero sin desgano, lo que no las hacía demasiado odiosas. Pero también sonaban muy aceitados y potentes, no estaría mal buscar algún disco de ellos en Internet.

También me quedé un rato largo escuchando a Cattaneo, el famoso "DJ argentino que triunfa en el exterior, vive en Londres, o Barcelona, y no es un grasa como Deró, aunque tampoco es bueno mostrarse demasiado fan suyo". El que se llevó a mi amada Jackie Keen. En la semana lo había escuchado en la radio en el programa de Matías Martin, y no me cayó para nada mal. Un tipo ubicado, sin falsa modestia pero tampoco agrandado, simpático y muy correcto, quizás demasiado. Profesional, muy dedicado a lo que hace. Y supongo que lo hará bien, yo no tengo los elementos suficientes como para juzgarlo. Lo que escuché no me desagradó, tampoco me interesó demasiado. Se dice de él que sus mezclas son muy elegantes, y sí, podría ser. También me pareció bastante tranquilo, no sé si en algún momento de su extenso set habrá acelerado los beats. No pretendo descalificar para nada lo que hace Cattaneo, pero no creo que lo suyo fuera como para que el público se mostrara tan excitado, dejando de lado el trillado tema de las sustancias. Es cierto que no es para nada efectista, como sí lo eran los otros DJ´s que escuché el sábado, Plump DJ´s, u otros como Fatboy Slim que juegan abiertamente para la tribuna. Pero tampoco me pareció que Cattaneo tome demasiados riesgos. Hablando desde lo poco que sé de música electrónica, su set me pareció muy correcto, agradable pero sin matices. Es que yo estoy más acostumbrado a la electrónica cuando se cruza con el rock, con los Chemical Brothers como el mejor ejemplo, y los 2 Many DJ´s como el mejor show de los que vi en la última Creamfields. Claro, ellos también tienen un grupo de rock, Soulwax, que en su disco Any Minute Now demuestran tener más de un punto en común con, justamente, LCD Soundsystem (creo haber leído que James Murphy participa en la mejor canción del disco, "NY Excuse").
Eso fue todo, puede que haya parecido que estuve poco tiempo, ya que me fui algo después de las 2, mientras mi hermano y sus amigas se quedaron hasta las 6. Pero bueno, después de todo estuve cuatro horas. A mi edad no creo que se pueda pedir más. Y yo fui a ver a LCD Soundsystem.

martes, 2 de mayo de 2006

Internacionales


Acerca de la foto:
¡Aprendé K, esto es un piquete a una estación de servicio!



¿Nadie leyó las páginas internacionales de los diarios últimamente? ¿No hay nada que les llame la atención?

Quizás una tercera guerra mundial a la vuelta de la esquina por la cuestión de Irán y el enriquecimiento de uranio, sin olvidar que en Palestina gobierna una agrupación terrorista y el estado de Israel actúa como tal, en ciertas ocasiones. Bueno, sí, una retirada unilateral quizás sea mejor que ninguna, pero la cuestión está muy lejos de resolverse.

¿Qué más? La vieja Europa descubre las bondades del piquete, en sus variantes musulmuna-marginal o intelectual no flexibilizable, por eso Francia parece la Argentina de 2001. La prensa inglesa sensacionalista, el incomparable Sun de Londres muestra el culo de la canciller alemana. Un progreso indudable, por mucho menos en el siglo pasado empezaban una guerra mundial. En cambio, en la nueva Europa, la central y del este, la fiesta continúa. Modernidad para sumar a la tradición, celulares, i-pods, plasmas, de todo para festejar. Llueven las inversiones y las relocalizaciones, ojalá que les dure. Al menos hasta que despierte el próximo gigante asiático con ganas de terminar con la pobreza de 500 millones de tipos en dos semanas.

¿Y en el Cono Sur? Ahora sí que se puso lindo. Nunca estuvo tan cercana la posibilidad de invadir la Banda Oriental, y terminar con esa farsa del paísito suizo en medio de los cabezas de termo sudamericanos. Pero al esperpéntico venezolano se le suma el de pulóver a rayas, que nacionaliza los hidrocarburos, y ahora agarrate. Los diarios de negocios, las agencias como Reuters, los mercados centrales todavía no lo pueden creer, creen que están viviendo una pesadilla. ¡Justo ahora! Pero esta película ya la vimos, y el final no creo que vaya a ser diferente. ¿Qué tal otra campañita al Alto Perú, ya que estamos? Y el que no va a poder festejar para nada el pase a cuartos de final del Timao es el compañero Da Silva. Con Uruguay y Paraguay en el ALCA, Argentina en Santa Cruz, y Bolivia con Cuba, el liderazgo regional y la Comunidad Sudamericana se posponen hasta el siglo XXIV, como mínimo.

Apasionante y divertidísmo, si no fuera que nos afecta directamente, aunque no lo notemos.