Un blog sobre camisetas de fútbol. Historia, diseño, marcas, novedades, curiosidades, rarezas. Arte y Sport.

jueves, 30 de agosto de 2007

No comments

Este no es un blog muy visitado, a pesar de que ya tiene cierto tiempo. Admiro y envidio a los que tienen miles de visitas cada día y decenas de comentarios. Conocí algunos realmente muy buenos, incluso útiles.

Lo que me frustra un poco es el asunto de los comentarios. Recibo muy pocos, cinco por mes con suerte. Y cuatro de esos cinco son para putearme, burlarse de mí, gritarme sus verdades como si yo fuera retardado, amenazarme. Obviamente, los rechazo. Sé que mis opiniones pueden resultar polémicas. Pero cuando yo dejo comentarios en otros blogs, aún cuando sea para expresar desacuerdos, trato de hacerlo con respeto y sin tomar al blogger por idiota.


El último caso, por ejemplo. Alguien deja un comentario a mi post sobre Asís diciendo que Sobisch es un asesino. ¿Qué, acaso pensará que no me enteré de Fuentealba? Insultarme es una cosa, pero tomarme por retardado es peor aún. Con todo lo que lamento la muerte de cualquier persona, si yo hago ese post y ni siquiera menciono el asunto es porque lo del docente no me parece relevante para el asunto de este post específico, o no me parece relevante en lo absoluto.

No pido que estén de acuerdo, sino que sean menos obvios. Y recuerdo que estoy a favor de las papeleras, escandalizado por la partida de la Esso del país, que me compré la camiseta de Chile por Bielsa y que ojalá que nos rompan bien el orto.

Salten

The Go! Team es otro grupo inglés multiétnico de chicos y chicas. Se quieren divertir, hacer bastante quilombo, mezclar géneros y hacernos saltar. Es para dosificar con cuidado, el disco entero puede ser mucho. Pero esta canción, Doing It Right, a la primera escucha ya me quedó rebotando en la cabeza todo el día.

lunes, 27 de agosto de 2007

Cine para adultos (basta del ATP)



Gracias a las promociones de la revista El Amante Cine, pude ver de garrón dos películas del no siempre tan reconocido director holandés Paul Verhoeven. El lunes pasado fuimos al preestreno de Black Book (2007), primera película holandesa del director en más de veinte años. Apenas un día después, en el cine club de la revista proyectaron en DVD ampliado Flesh + Blood (1985), primera película europea de Verhoeven financiada con capitales norteamericanos.

Ambas obras son excelentes, de lo mejor que vi en los últimos meses. Son films que exhiben permanentemente las marcas de un director que admite pocas comparaciones. En esta época de cine comercial muy poco jugado y adaptado al gusto de cajitas felices, de cine argentino extraviado en la intrascendencia y de cine festivalero que llega en cuentagotas y dedicado a forjar sus propios lugares comunes, Verhoeven demuestra que a la potencia desatada del elefante en el bazar se le puede unir una pericia formal y un coraje intelectual inusuales.

Es curioso, siempre consideré a Verhoeven como un director inteligente, aunque excesivamente tribunero. Es posible que esta percepción distorsionada se debiera a que sus películas suelen ser carne sabrosa para la explotación de la tele por cable, de esas que se miran por partes siempre desordenadas, en sucesivas e infinitas repeticiones. Me gustaba la calentura que Verhoeven era capaz de generar con sus escenas de sexo (Bajos instintos), la estética facho-futurista y la intensidad de las acciones bélicas (Invasión), y el humor negro y brutal de algunos pedazos sueltos de Robo Cop y El vengador del futuro. Bastante poco, la verdad. Por otra parte, El hombre sin sombra me pareció un thriller científico bastante corriente.

Pero claro, ese no es el modo de mirar el cine. Habiendo visto estas dos películas todo empieza a entenderse mejor. Cualquiera que quiera leer un buen informe sobre la obra de Verhoeven deberá comprar el último número de El Amante, ya que a la web no subieron nada de ese material. Yo quiero destacar al menos lo revitalizante que resultó ver estas dos películas adultas, valientes en su tratamiento de temas complejos, de una perfección formal acompañada por un ritmo de narración frenético y atrapante. Black book y Flesh + Blood son de esas obras que crean universos propios de los cuales uno no querría salir nunca. Por más que sus historias sean terribles y violentas, todo transcurre con una naturalidad y una coherencia que terminan seduciendo sin remedio al espectador. Además, los héroes verhoevenianos (en muchas ocasiones, femeninos) contagian un entusiasmo vital desbordante por la manera en que enfrentan los acontecimientos más espantosos y consiguen superarlos, con valor, inteligencia y alegría.

Son realmente pocos los que se animan a lo que se anima Verhoeven, y casi ninguno lo hace con tanta pericia. Necesito hacer una revisión urgente de sus películas.

viernes, 24 de agosto de 2007

El candidato


No parece ser la decisión más popular, sobre todo teniendo en cuenta que se lo suele calificar como "ese que estaba con Menem y todavía lo defiende". Pero Jorge Asís ha anunciado que se presenta como el candidato a vicepresidente de la fórmula que encabeza Jorge Sobisch, otro que viene con el prestigio por el piso.

No voy a ponerme a defender acá a ninguno de los dos, ya son señores grandes y se las arreglan muy bien. Únicamente voy a decir que el renovado portal www.jorgeasisdigital.com viene entregando -desde su aparición hace un par de años- los mejores análisis políticos y las informaciones que pocos medios se atreven a publicar. Hace ya tiempo que Asís viene hablando de marroquinería y descascaramiento, y este gobierno desesperantemente vulgar ya no puede ocultar más lo que antes pasaba desapercibido, para los más aturdidos al menos. No sería redundante recordar además que el Turco es un gran escritor, pese a la obstinada indiferencia que le prodiga el mundillo intelectual y académico.

Hay que prestarle atención. Si va con Sobisch, alguna buena razón supongo que tendrá. Nada es inimaginable en nuestra tan degradada vida política e institucional.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Basile, Schwein es argentino

Hace unas semanas, cuando fuimos con Evan a conocer a su sobrina Luisita, también aprovechamos para ir a la cancha. ¿A ver qué? Nada más y nada menos que un partido de la liga regional de Coronel Suárez. En el prolijito estadio del Parque Felisa I. de Alberdi jugaron el local, Centro Blanco y Negro, contra el Club El Progreso, de la colonia Santa María.

Blanco y Negro es una de las instituciones tradicionales e importantes de Coronel Suárez. El lema que exhibe con orgullo en su escudo -en lugar del más previsible nombre del club- propone toda una filosofía de vida: Arte y Sport. Es uno de los “grandes”, podría decirse, ya que juega el clásico contra el Deportivo Sarmiento, aquel equipo de camiseta verde y roja que hiciera famoso el impagable Sergio Denis en un viejo video clip, en el cual aparece pateando unos tiros en un potrero de ésta, su ciudad natal. Aparentemente, yo soy el único ser vivo con alguna memoria de ese video.

En definitiva, Blanco y Negro es el club al que iba Evan cuando era chica, por eso la idea era ir a hinchar por el equipo, que en ese momento peleaba por entrar al octogonal final por el título Apertura. Ya cuando habíamos ido de visita en el verano, ante mi interés por conseguir la camiseta del equipo, la mamá de Evan se ocupó con mucha gentileza de encargársela alfabricante y regalármela. No es una joya del diseño, pero es sin lugar a dudas la camiseta original. De líneas sobrias y sencillas, no intenta imitar ningún otro modelo de las primeras marcas. Justamente ése es el pecado máximo de las camisetas de marcas menores, locales o genéricas: cualquiera puede comprobar cómo los diseños de la chilena Brooks para su seleccionado han imitado modelos de Umbro y Adidas.


El otro equipo del partido que nos ocupa, El Progreso, representa a uno de los clubes más chicos de la liga, y sus modestas instalaciones no quedan en verdad en Suárez, sino que es propiamente un club “de los rusos”. ¿Qué significa ésto? Bueno, hay que repasar un poco de historia social de la zona.

Pocos años después de que la localidad de Coronel Suárez era fundada en 1882, un grupo de inmigrantes alemanes de la región del Volga llegaba a esta parte del sur de la provincia de Buenos Aires para formar colonias dedicadas a la explotación agropecuaria. Tal como lo hicieran otras colectividades pequeñas en otras partes del país: los galeses en Chubut, los judíos rusos en Entre Ríos y tantos otros. Con los años se fueron nucleando en tres colonias bien diferenciadas, las cuales se ubican respectivamente a cinco, diez y quince kilómetros del centro de la ciudad: la Santa Trinidad (conocida como “la 1”), la San José (“la 2”) y la Santa María (“la 3”). Sus habitantes se definen como alemanes, aunque hablan un dialecto modificado por influencias presumiblemente polacas y rusas. Defienden su identidad con orgullo y empecinamiento, intentan mantener vivas sus tradiciones y cada tanto organizan grandes fiestas en donde la gente disfruta indigestándose con sus sabrosos y pesados platos típicos. Como no podía ser de otra manera, todos en Coronel Suárez los conocen como “los rusos”.

Aunque algunos de ellos pueden trabajar o tener comercios fuera de las propias colonias, en general no están muy integrados al resto de la sociead suarence. No son pocos los habitantes de las colonias que a lo largo de todos estos años han formado familias con gente de Suárez, pero si se mudan a la ciudad no parece que mantengan mucho contacto con su colonia de origen. Al igual que en tantos otros ejemplos en que no se puede determinar si primero fue el huevo o la gallina, no se sabe si los rusos son mal vistos en Suárez porque no quieren salir del gueto, o no salen del gueto porque son mal vistos en la ciudad. Muchos “criollos” se siguen divirtiendo enumerando los apellidos rusos (“Schwab, Schwib, Schwob, Schwub”, suelen decir: como todos sabemos, en el interior el apellido no es un dato menor), imitan la tonada de los rusos hablando castellano y hasta procuran aprenderse algunos insultos en alemán. Por supuesto que todo esto nunca pasa del chismerío y el comentario por lo bajo de cualquier ciudad chica, que nadie salga corriendo a llamar al I.NA.D.I. A ningún suarence de ley se le ocurriría faltar a alguna de aquellas multitudinarias comilonas que se organizan en los clubes de las colonias para atragantarse de comida típica, por ejemplo. Y absolutamente todos los habitantes de la zona le tienen cariño al rescatado Sergio Denis, nacido como Héctor Hoffmann en una de las colonias alemanas.

Volvamos al partido, entonces. Como yo contaba ya con toda la información que hasta aquí he detallado, digamos que el mayor interés para estar presente en aquella gélida y poco soleada tarde de domingo en el estadio del Parque Alberdi era sociológico, digamos. No esperaba demasiado a nivel deportivo, aunque tampoco descartaba una sorpresa. Ya había comenzado a palpitar la fecha desde el día anterior comprando mi ejemplar del diario local El Nuevo Día (http://www.diarionuevodia.com.ar/) por la irrisoria suma de ¡tres pesos! ¡Tres mangos el diario del sábado! Me vieron la cara de porteño, seguro.

El campeonato venía muy peleado. El diario criticaba el flojo nivel del torneo, aunque destacaba el interés que despertaba el hecho de que tan sólo a dos fechas del cierre, la mayoría de los diez equipos en comepetencia en la zona B aún tenían chances matemáticas de acceder a uno de los cuatro lugares disponibles para pelear en el octogonal final con los cuatro mejores de la zona A (en esa otra zona juegan equipos de Pigüé, Puán y otras localidades cercanas). Cualquier similitud con la primera división de la A.F.A. no es coincidencia, desde ya. Hay que destacar también que en el regional de Suárez participan clubes locales llamdos Boca Juniors (paradójicamente, uno de los chicos de la zona), Independiente (el equipo grande de los rusos, “Impendiente” para ellos) y el Racing Club de Carhué, todos con vestimenta idéntica a sus homónimos porteños.

Llegamos con Evan con los equipos a punto de salir al campo de juego. Luego de abonar siete pesos por ambas entradas, comprobamos casi enseguida que habíamos entrado a la tribuna visitante. O mejor dicho, a la no-tribuna: al igual que en canchas del ascenso –por ejemplo, la de Defensores de Belgrano- frente a las plateas locales y al costado del field no hay tribuna alguna, sólo un espacio de unos quince metros de ancho entre el alambrado olímpico y el perimetral del club. Como tampoco hay cabeceras, la improvisada popular para los hinchas visitantes consiste en entrar directamente a esa franja de terreno con sus autos y camionetas. Todo el mundo tiene en Suárez un auto o una camioneta. Circunstancia que se aprovecha para que las señoras y los niños hallen algo de reparo cuando el frío aprieta demasiado, para seguir las alternativas de los otros partidos por la radio, y para sumar el ruido de las bocinas a los gritos de aliento o de gol.

El tema es que estábamos en terreno “enemigo”. Los rusos nos miraban con curiosidad. No sólo era evidente que no éramos de la colonia sino que además estaba claro que ni siquiera éramos de Suárez. Evan ya pasa por una porteña más. Justo en ese momento salió El Progreso a la cancha, y la hinchada explotó. No lo digo con ironía, los rusos estaban exaltadísimos. Serían en total menos de ochenta personas, pero no faltaron los papelitos, los gritos, ¡las bengalas! y las bocinas de los coches. Tampoco los trapos, en alemán algunos, como se puede apreciar en la foto. Como bien me anticipara Evan, casi todos comían semillas de girasol, compulsivamente diría, debido a los nervios del match.

Cuando Blanco y Negro salió a la cancha los rusos reaccionaron con indiferencia. No llegaron a los insultos –no todavía- aunque el clima tenso era patente. Yo noté enseguida que mi camiseta original ya era obsoleta: el modelo actual reemplaza los bastones negros sobre fondo blanco por una franja negra en diagonal. Imaginé que el club hacía como Banfield, que alterna camisetas con bastones y franjas sin ningún criterio conocido, pero ante mi requisitoria Evan respondió que para ella la camiseta con franja negra era una novedad absoluta. Noté incluso con disgusto que el arquero no tenía un buzo de otro diseño y color que lo distinguiera, sino que usaba la que era claramente la camiseta alternativa del equipo, negra con una franja blanca. No me gusta esa costumbre, el arquero no debe usar camiseta de jugador. No lo menosprecio en lo más mínimo, pero por algo el arquero es distinto. Debe entonces usar otra indumentaria.

La camiseta de El Progreso es idéntica a la de Godoy Cruz de Mendoza, finos bastones blancos sobre fondo azul Francia. Tampoco me gustó que los bastones poblaran únicamente el pecho de la prenda, dejando la espalda cubierta sólo por el número. No me gustan los modelos con asimetrías, salvo muy escasas excepciones. Sí se puede destacar el hecho de que los sponsors de ambos equipos eran discretos y no invasivos para los diseños. El de Blanco y Negro era de una empresa de productos para el agro, y una carnicería el de El Progreso. Si bien es una desgracia evidente para la estética la existencia de sponsors en las camisetas (dejo de lado la cuestión de la ética deportiva), es importante en todo caso que el sponsor sea sólo uno, sea el que fuere. Preferentemente, los colores corporativos del sponsor no deberían chocar con los de la camiseta auspiciada, o, en todo caso, deberían adaptarse. Los equipos que pueblan sus prendas con todo tipo de parches infames por sumas seguramente ridículas, convirtiendo a sus insignias en vulgares buzos antiflama de corredor de autos, no tienen ninguna dignidad y deberían ser desafiliados.

La cuestión era que el partido ya había empezado y nosotros no sabíamos cómo huir hacia la tribuna local. Además, quería observar con más detenimiento a los rusos, porque la verdad es que su comportamiento no tenía desperdicio. Se lo tomaban como la final del mundo. Gritaban alentando a los suyos, puteaban al réferi, y no tardaron mucho en burlarse de alguna pifia de los rivales. Lo hacían en castellano y también en ese alemán medio irreconocible. Y no entiendo cómo no se desgarran las mandíbulas de tanto mascar girasol. Un señor muy amable nos miraba medio de reojo algo confundido, y nos ofreció un lugar de privilegio junto al alambrado. Nos excusamos con cortesía y finalmente emprendimos el éxodo.

En la puerta por donde habíamos entrado nos comunicaron que si nuestra intención era llegar a la platea local, debíamos salir del club y dar prácticamente una vuelta manzana para acceder por una entrada de la cual ni Evan tenía noticias. Sólo en ese momento el ¿boletero? nos entregó nuestros tickets. Como no podía ser de otra manera, mientras dábamos toooooda la vuelta se abrió el marcador. Gol de los rusos. Lo gritaron con el alma, arreciaron las bocinas y volaron más papelitos. Uh, todo mal. Menos de diez minutos y ya vamos perdiendo.

Llegamos finalmente donde los locales. Como decía antes, la platea que hace que a esta cancha se la pueda llamar estadio es una construcción sencilla y prolijita, con escalones de cemento y techo de zinc, no muy ancha pero sí bastante alta. En el frente del techo, presidiendo las instalaciones se eleva un cartel de chapa con el nombre del club. Debajo de la tribuna están los vestuarios con su acceso al campo de juego, y en la parte más baja de la tribuna, sobre una tarima de madera, se colocan las cámaras de TV del canal local y los relatores de radio. El ambiente era mucho menos exaltado que del lado de los germano-eslavos, y no sólo por el trámite desfavorable del partido. Muchas familias, socios y deportistas del club. Chicos, adolescentes y jóvenes, algunos con buzos o remeras deportivas representativos de la institución, otros bastante mayores con gorritos de lana de “Blanquinegro”, como le dicen con cariñosa dejadez.

Nos sentamos a ver el partido con algo más de tranquilidad. Las caras de los espectadores eran de preocupación, excepto las de la “barra brava”: un grupo de unos diez chicos de no más de doce años, que agitaban banderas de tamaño considerable y hasta le daban con ganas a un par de bombos. Un comercial de “no a la violencia” podría haber sido, sólo que el vocabulario de los niños era por demás soez. Seguramente aprovechaban para decir en la cancha las barbaridades que los padres les prohiben decir en la casa. (Se nota que estoy viejo, ¿habrá padres que les prohiban decir malas palabras a sus hijos?).

Blanco y Negro atacaba procurando empatar, pero daba la impresión de que El Progreso lo tenía mucho más fácil. Parecía que los tímidos intentos locales no podrían superar la rústica pero segura defensa de los rusos. Noté que varios de los jugadores de Blancoy Negro parecían sacados de un casting de La novicia rebelde, el musical. Después revisé las alineaciones en el diario y noté que había numerosos apellidos alemanes. No sé entonces quiénes eran más rusos. Pero hay que recordar también que esta liga regional es profesional, así que imagino que debe estar lleno de peseteros a los que ya no les importa a quién representan. Aunque sea por el pancho y la coca.

Blanco y Negro dependía demasiado de su enganche, el número 10 argentino clásico: habilidoso, pachorriento, de ribetes metrosexuales, intrascendente y pecho frío. Un rubiecito de pelo crecido. Trataba de desbordar por los costados gambeteando, pero no hacía más que barullo hasta perderla. Jamás intentó una asistencia magistral para algún compañero. Por el lado del Progreso tampoco había mucho más. Se destacaba su columna vertebral: el 2 que la revoleaba, el 5 que corría y pegaba y el 9 que la aguantaba, se peleaba con los centrales rivales y esperaba el error para hacer su negocio. Así vino el segundo gol visitante, a la media hora del primer tiempo, más o menos. Otro estallido del público de la colonia y mucho fastidio entre los locales. Algunos pocos se dejaron ganar por el malhumor y empezaron a responder las cargadas de la tribuna de enfrente con insultos y burlas. Los clásicos e infaltables “equipo chico”, “ganen un campeonato”, “la vuelta no la dan más”. Y el más festejado por la correcta parcialidad albinegra: “aprendan a hablar, animales del Volga”, imaginativo y xenófobo juego de palabras con “alemanes del Volga”. Las risas vinieron bien para distraernos un poco del frío espantoso de la tarde, que empezaba a ganar nuestras humanidades a causa del persistente viento suarence y por el contacto de nuestras porteñas nalgas con el frío cemento tribunero.

Final del primer tiempo, los jugadores al descanso y nosotros a conseguir algún brebaje caliente. Deberíamos haber llevado el termo y el mate. Porque a lo que ofrecían en el puesto ubicado al costado de la tribuna costaba mucho llamarlo “café”. Un pesito, nada más Al menos, tuvieron la precaución de ponerle mucha azúcar, para disimular. El amarronado líquido no duró caliente más de un minuto y medio. La mitad generosa del vaso fue a parar al tacho. Ni para combatir el frío, servía ya. El otro hit del buffet eran los paquetes de semillas de girasol (dos pesitos), con lo cual quedó claro que no es una costumbre ésta exclusiva de las colonias. Mirando con más atención noté que todos los pisos de la tribuna estaban llenos de las cáscaras, especialmente el banco de suplentes local.

El entretiempo nos pareció corto, porque como se respetaron los quince minutos reglamentarios, por comparación con la media hora larga de los partidos de primera pareció un parpadeo. Los equipos otra vez a la cancha y enseguida a jugar. Esta vez no subimos a la tribuna, nos quedamos paraditos contra el alambrado, justo detrás del banco. Un par de jugadores golpeados debieron ser reemplazados. Se quedaron viendo el partido a un costado, sacándose botines, canilleras, vendas y medias para exhibir unas extremidades hinchadas y doloridas. El DT les ordenó abrigarse, pero no le prestaron la menor atención. Se quedaron tirados ahí, sobreactuando un poco su frustración. Todos en el banco le reclamaban al árbitro, aunque no con demasiada vehemencia. Sé por experiencia en torneos de oficina que los pobres réferis siempre se llevan la peor parte, no importa cuán ridículo sea lo que esté en juego. Siempre son los culpables de todo. En este caso, el colegiado se animó a sacar una roja directa a un defensor de Blanco y Negro, lo cual hundió definitivamente toda esperanza de alcanzar una igualdad.

No había mucho más que ver. Faltaba poco para el final del match, y ya estaba casi todo dicho. Los chicos no tenían muchas más fuerzas para darle a los bombos, mientras que los de la colonia festejaban con locura, seguros de la victoria. Emprendimos la retirada a nuestro cálido albergue, seguros de encontrar un mate siempre listo, rico y caliente. Bueno, no tan caliente. Mientras nos íbamos alcanzamos a escuchar los festejos de otro gol, seguramente el tercero de los rusos, como para que su fiesta fuera completa. No importaba, el resultado era lo de menos. El nivel de juego no superó nunca el que se puede encontrar quizás en la liga bancaria, pero eso tampoco era lo relevante. El verdadero objetivo estaba cumplido. Había ido a la cancha para ver en vivo al glorioso Blanco y Negro, multicampeón de Coronel Suárez. Puro fútbol. Los de primera son todos caretas. O todos putos.

martes, 21 de agosto de 2007

Los australianos, ¿se harán asiáticos?

Samuel Huntington cree que no, lo dice en su clásico noventoso El choque de las civilizaciones, libro que estoy leyendo y me parece fundamental para empezar a saber algo de política internacional. Mientras se dilucida la incógnita, esta banda australiana llamada Cut Copy viene a reafirmar su pertenencia a Occidente con esta canción onda Daft Punk, "Saturday".

Simpsonización




No pienso ver la película de los Simpson en homenaje a aquellas fantásticas y lejanas primeras temporadas. Pero ni Evan ni yo pudimos resistir la tentación de entrar a http://www.simpsonizeme.com/ y autorretratarnos. No sé si el parecido está tan bien logrado, pero como chiste idiota sirve.

jueves, 16 de agosto de 2007

Yo lo sigo haciendo, pero...


... ¿les molestaría mucho dejar los contenedores de basura cerrados? Lo hago gustoso, pero no puedo ser siempre yo el único boludo que va por el barrio cerrando todos los que encuentro abiertos. ¿Podrá ser? Porque a este ritmo, cuando llegue el calorcito lo más probable es que el olor a mierda y basura se vaya a tornar inaguantable. Porque no es que ahora uno vaya oliendo a Kenzo Flowers por la calle, no precisamente. Pero de sólo imaginar toda esa basura descomponiéndose al sol con las tapas de los contenedores abiertas me dan ganas de mudarme a Oslo.

Siguiendo con el tema de los contenedores -una excelente idea del gobierno de la ciudad, hay que destacarlo-, ¿podrían entender algunos vecinos que están reformando o construyendo sus casas que los contenedores no son volquetes? Para deshacerse de los escombros y otros residuos de obras deberán continuar como hasta ahora, pagando de manera privada por los servicios de volquetes. Ya que la función de los contenedores públicos de basura no es ahorrarles a los vecinos abusivos el módico importe de un volquete (recipiente específicamente utilizado para transportar escombros), sino que todos los vecinos podamos arrojar nuestros desperdicios habituales contribuyendo a que la ciudad sea más limpia. Hago este pedido porque ya he encontrado un par de contenedores repletos de desechos de materiales de construcción, y uno de ellos con su tapa destrozada, para más datos.

Y ya que estamos, si no es demasiado pedir. ¿Podrán dejar de tirar basura en la fuente de Parque Chas? Queda fea, y tampoco tengo por qué ser yo el pelotudo que siempre la levanta.

Hago los presentes pedidos como un intento por lograr que los argentinos seamos un poco menos cabezas. Muchas gracias.

miércoles, 15 de agosto de 2007

La pésima educación


Después de haber escrito la entrada anterior, leí esta columna de Pepe Eliaschev en Perfil. Confirmé con horror que la situación en la Universidad de Buenos Aires empeora hasta límites inimaginables. Creo que la actual es una crisis terminal y sin retorno. No sé me ocurre ninguna otra solución que no implique la aplicación drástica y simultánea de las siguientes medidas, las cuales implican por supuesto terminar con esa ridiculez de la autonomía universitaria:


- Intervención total por parte del Ministerio de Educación, con aval y seguimiento del Congreso y desestimando cualquier obstrucción de la Justicia. No confío en las actuales autoridades del Ministerio, claro está, sino que trato de imaginar un nuevo gobierno con gente razonable a cargo.


- Sumario, expulsión automática y denuncia ante la Justicia a todos aquellos estudiantes que hayan protagonizado desmanes en los últimos tiempos (destrozos en instalaciones, agresiones personales, amenazas, bloqueos de reuniones de autoridades, etc.).


- Arancelamiento de todas las carreras de grado. Auditoría integral para detectar y castigar las innumerables irregularidades en el manejo de los fondos públicos. Cierre inmediato de los variopintos kioskos que recaudan fortunas destinadas a financiar actividades para nada relacionadas con lo académico.


- Disolución de la F.U.B.A., de todos los centros de estudiantes y de todos aquellos órganos estudiantiles que no representan a nadie y que funcionan al sólo efecto de captar cajas y entrenar a los futuros punteros políticos, piqueteros y demás fascistas partidarios de la acción directa.


- Despido de todos los noquis no docentes. A los que queden laburando que ni se les ocurra algo así como voz y voto en los Consejos Directivos. Quizás únicamente al personal técnico y altamente calificado que desarrolle tareas que no se relacionen directamente con la docencia.


- Efectivización y blanqueo inmediatos de todos los docentes en negro y no rentados. Lo cual no implica que los ayudantes y los J.T.P. deban continuar haciendo el trabajo que los titulares no hacen. Basta de titularidades de cátedra para los que sólo la usan como brillametal que lustra sus curricula. Todo aquel que labura tiene que cobrar un sueldo; los que no, que renuncien, que continúen con sus labores habituales en el sector privado y que les dejen sus cátedras a quienes efectivamente las ejercen.


- Decretar como ilegales e impedir por medio de la fuerza pública toda medida de fuerza que implique ocupación de instalaciones, interrupción de las clases, cortes de calles o sabotaje de los órganos directivos.



Luego de estas medidas de emergencia la U.B.A. deberá ser reformada de manera que se transforme en una institución completamente diferente de la actual. En próximas entradas iré sugiriendo algunas posibilidades.

martes, 14 de agosto de 2007

La mala educación


Hace tiempo que estoy convencido de que las reformas educativas implementadas en la Argentina a partir del retorno de la democracia han resultado un completo desastre, cuyas consecuencias las sufrirán no sólo las varias generaciones de analfabetos funcionales que son el resultado directo de ella, sino incluso el conjunto de la sociedad durante muchos de los años por venir.


Para resumirlo en una fórmula rápida y simplificadora: la escuela de la dictadura y de los años previos generó ciudadanos con conocimientos parciales y descontextualizados, con tendencias autoritarias y represiones duraderas, con una cultura cívica esquizofrénica producto del agudo contraste entre lo que se enseñaba y lo que se podía encontrar efectivamente en nuestra sociedad; por el contrario, la escuela de la democracia ha generado simples ignorantes, personas de muy baja capacidad de abstracción, incapaces de construir oraciones con un mínimo de sentido, sin ningún tipo de cultura letrada. Y además, por si fuera poco, sin ningún vestigio de respeto por autoridades de ningún tipo, sean éstas académicas, políticas o burocráticas. Con el tácito consentimiento de su padres, por supuesto.

Algunas lecturas recientes me han permitido saber que en países bastante más avanzados que el nuestro suceden cosas parecidas. Por ejemplo, en La obsesión antiamericana, Jean François Revel critica las tendencias pedagógicas implementadas por los sucesivos gobiernos franceses –tanto socialistas como de centroderecha- como reacción a los sucesos de mayo de 1968. Tal cual lo hiciera el ahora presidente Nicolas Sarkozy en su famoso discurso de campaña en Bercy, Revel cuestiona las tendencias a relajar excesivamente las sanciones disciplinarias, a no resaltar la importancia del respeto a las jerarquías y la caída en desuso de la meritocracia escolar. Además, Revel hace especial hincapié en su crítica a las tendencias multiculturalistas, las cuales serían -según él- las principales responsables de que las respuestas del sistema educativo francés a los problemas que la inmigración de mayoría musulmana ha generado no han logrado más que agudizar los males que pretendían enfrentar.

Otro ejemplo lo encontré en esta nota del portal Universia, en donde se comenta el trabajo de una investigadora sueca, Inger Enkvist, quien realiza críticas similares a las de Revel. Realmente, una entrevista muy recomendable.

La educación argentina necesita, como en muchos otros aspectos, de una verdadera revolución bifronte: conservadora en su rescate de los valores perdidos del enciclopedismo, la competencia, el mérito y la disciplina, y a la vez de vanguardia en su incorporación de nuevos contenidos y tecnologías que ayuden a una renovación y actualización constantes de los métodos pedagógicos, algo que resulta imprescindible para preparar a los alumnos a desempeñarse en un mundo cada vez más complejo y cambiante.


Un ejemplo que puede resultar menor pero que creo que es fundamental: no puede seguir faltando en los colegios argentinos una materia (que podría llamarse “calidad de vida”, por ejemplo) que enseñe a los chicos a comportarse de manera racional en su medio ambiente, sea éste cual fuere. No me refiero a la ecología entendida como un montón de fascistas que cortan una vía de comunicación y generan varios conflictos internacionales absurdos, sino a que los chicos aprendan a desterrar y corrijan ellos mismos todas las conductas de los adultos que hacen de nuestra vida cotidiana un infierno. A levantar la mierda del perro, a tirar la basura en cestos y contenedores, a reciclar todo lo que sea posible, a apagar las luces encendidas al pedo, a cerrar las canillas, a no gastar la provisión de agua de siete mil refugiados tailandeses en lavar una vereda, a conducirse en la vía pública para que dejemos de tener más muertos en calles y rutas que en la guerra de Irak, a que la base de la alimentación argentina deje de ser la grasa trans, a que aprendamos el valor de nuestros derechos como consumidores, a que dejemos de comportarnos en las canchas de fútbol como espartanos de las Termópilas, y muchas cosas más.

La educación argentina tiene que asumir sus responsabilidades de una buena vez, enfrentar la situación con realismo, terminar con las buenas intenciones y los discursos de falsa tolerancia y buenismo idealista. Tiene que hacer de nosotros mejores personas.

lunes, 13 de agosto de 2007

Japoneses inclasificables

No sé si el gusto de los japoneses por la estética bizarra o trash es real o impostado, o por qué será que les gusta aparecer tan limados. O por qué parecen tener predilección por los géneros de nulo prestigio. Y sobre todo, tampoco sé a qué se debe esa obsesión con las colegialas en jumpers. Pero estoy escuchando un disco de los Polysics, y es algo así.

sábado, 11 de agosto de 2007

Vuelve


Es un poco difícil entender el lunfardo chileno del diario La Cuarta, pero parece que están contentos. Les garantizo octavos de final del mundial 2010, ganando más de un partido (no ganan en un mundial desde 1962, justamente de locales). Ésto se pone bueno. El lunes, presentación oficial, y quizás, primera clase magistral. Aquellas conferencias de prensa...

jueves, 9 de agosto de 2007

Aniversario


Es muy difícil determinarlo con precisión, pero estoy seguro de que este año cumplo con al menos treinta años de consumo ininterrumpido de Chocolinas. Siempre con el infaltable té con leche, la bebida ideal en donde sumergirlas.

Felicidades.

miércoles, 8 de agosto de 2007

¿Vuelve la alegría, vuelve el fútbol?


Por lo que dice esta nota de La Nación, y por mucho más. Algún día, además, va a volver a dirigir a la Argentina. Mientras tanto, que Chile nos haga tres.

martes, 7 de agosto de 2007

¿Me habrán vendido un buzón?

Por fallas técnicas no del todo aclaradas, todavía no me pude bajar el recomendado disco de los galeses Los Campesinos. Así que encontré el video y parece que son buenos. No se me van a escapar.

Esta canción se llama "We Throw Parties, You Throw Knives".

lunes, 6 de agosto de 2007

Viajé como el orto



Ese es el título de un blog excelente hecho por Candelaria, una usuaria del subte que está tan harta como tantos otros y yo mismo del horrible servicio de Metrovías. Además de denunciar todas las peligrosas falencias del funcionamiento de los subtes, también propone iniciativas para que la situación mejore. Por ejemplo, haciendo click en la imagen se puede ver una lista de sencillas normas de conviviencia para el transporte público, que de ser cumplidas ayudarían bastante a mejorar nuestros viajes. Está muy bien lo que hace Candelaria. Creo que tenemos que ayudarla.

Reproduzco el comentario que le dejé en su blog. Es muy recomendable, incluso para quienes no usan el subte.


"Te felicito por el blog y por todo lo que estás haciendo. Voy a tratar de colaborar en lo que pueda, con lo de los calcos y los volantes. Soy un sufrido usuario de todo tipo de medios de transporte, en especial del subte B. Como todos sabemos, las falencias del servicio son innumerables. Puede parecer menor, pero también es terrible el deterioro edilicio de las estaciones de esa línea, no sólo por cuestiones de seguridad sino también estéticas. ¿A quién le gusta circular todos los días por espacios públicos degradados? El Estado le entrega al concesionario estaciones nuevas y Metrovías las deja caer irremediablemente. En Los Incas hay filtraciones de agua por todos lados, que inundan los pasillos. Para solucionarlo… pusieron una canaleta al lado de la pared para que el agua drene no sé a dónde. Es decir, lo atamos con alambre y que la pared se pudra toda. Las estaciones más viejas se caen apedazos. Hay miles de ejemplos. En la estación Medrano las filtraciones de agua parecen cascadas. No puedo entender cómo dejan que eso suceda, con lo peligroso que debe ser.

Hoy mismo a la mañana hubo otro episodio complicado. Hacía ya rato que el tren en el cual yo viajaba aguardaba inmóvil en el andén de Gallardo cuando el conductor anunció por los parlantes que la formación que iba delante de la nuestra había sufrido un desperfecto que le impedía continuar. Debían vaciar el tren y mandarlo por vía contraria a la cochera. Todo eso demoró unos diez minutos más. Nuestro tren arrancó finalmente, pero, como era de esperar, al llegar a Medrano la situación se volvió caótica. Ni había ni un milímetro cúbico disponible y todos los del tren descompuesto querían subir. Mucha gente reclamaba a los gritos que mandarn otra formación vacía. Ilusos. Desde allí hasta Florida cada parada era la puerta 12. ¿Nos tenemos que acostumbrar a estas situaciones a fuerza de repeticiones cada vez más frecuentes?

Me interesó la charla con la vocera de Metrovías. ¿Tenés algún contacto con autoridades de la empresa, sabés qué piensan hacer con todo este desastre? Me preocupa el día en que terminen con la prolongación del B hasta Villa Urquiza. En las condiciones actuales, la línea colapsa, así de sencillo. Actualmente, en las horas pico de la mañana la gente no se puede subir al tren en la mitad del recorrido, en Gallardo o Medrano. Si agregan dos estaciones más, en un barrio muy poblado como Urquiza y recibiendo más caudal de pasajeros del tren que hace el recorrido Retiro- J.L. Suárez (que actualmente para ir al centro se bajan en Carranza para tomar la D o directamente en Retiro), nadie se va a poder subir ni siquiera en Lacroze.

Es importante que como usuarios nos organicemos, también para tomar conciencia de nuestra propia responsabilidad. Las normas de convivencia son importantes. ¿No se podrán iniciar acciones legales colectivas, además de los reclamos habituales? No quiero esperar a ser víctima del próximo Cromañón.

Discrepo en una sóla cosa con vos. Creo que también hay que sacar de los medios de transporte a los vendedores ambulantes, a los chicos que piden, los que juntan los diarios y a otros personajes controvertidos. No es por falta de sensibilidad ni intolerancia. Habría que analizar cada caso y buscar una solución adecuada y de fondo. Los chicos que piden no deberían estar ahí, tienen que estar en el colegio. Los que piden el diario molestan a todo el mundo, pisan y empujan en trenes llenos, y dejan pilas de papeles tirados. Los vendedores trafican mercadería de contrabando o robada, no debería permitirse eso. Los músicos y otros artistas callejeros podrían amenizar un viaje con pocos pasajeros si el servicio fuera bueno, pero en las actuales condiciones se vuelven en elemento más de alteración de nuestros sufridos nervios.

Podría seguir todo el día enumerando situaciones que hacen al pésimo servicio de Metrovías (exceso de publicidad gráfica y electrónica, ruidos excesivos, pasillos angostos, molinetes que no funcionan, escaleras y ascensores descompuestos o inexistentes, mugre, falta de luz, calor, malos olores, ¡¡¡y más, y más, y más, y más!!!), pero eso ya lo sabemos. Voy a agregar este sitio a los recomendados de mi blog y voy a tratar de difundirlo. Suerte y felicitaciones una vez más."

domingo, 5 de agosto de 2007

Insignificancia


Nos vamos haciendo un país chiquito, intrascendente, insignificante. Otra vez, como tantas otras veces, creemos que somos distintos, más vivos, mejores. Que todo el resto del mundo no entiende nada, y que acá tenemos la posta. Que los yanquis no nos dan miedo y los insultamos en la cara, here (Mar del Plata), there (Naciones Unidas) and everywhere (México). Juju, qué vivos que somos. El mundo que alguna vez nos miraba perplejos, ahora ya ni se molesta en mirarnos. Aburrimos. No jodemos a nadie. Aislamiento internacional absoluto. Sólo nosotros somos capaces de tener un conflicto con Finlandia. ¡Con Finlandia! Todo por una fábrica de mierda.

La gira por España de la candidata no puede disimular que los gobernantes españoles la recibieron por cortesía, que los medios locales no le dedicaron ni un epígrafe y que los empresarios no la soportan. Y que se llevarán su dinero a otro lado, y que nos quedaremos con los vueltos, si sobra algo. Ah, claro, vamos a vivir "de lo nuestro".

Y de nuestro continente, todas las voces todas, hermano americano. A ver si a los mexicanos se les cae una moneda. Ya tenemos unos amigotes fenómenos, bien bolivarianos. Nos compra bonos el loco Chávez, qué tipo macanudo. Bueno, sale mucho más caro que un préstamo del Fondo, pero así no le hacemos el juego al "capitalismo salvaje". Creemos. Eso dicen nueve de cada diez mensajes de lectores en las secciones políticas de los diarios on line, o los blogs. ¿Alguien sabrá qué carajo es el capitalismo salvaje, en caso de que realmente exista, o haya existido? Esquizofrenia pura, nadie para de consumir. No importa el precio. Lo hacemos porque inconscientemente estamos seguros de que no debe faltar tanto para el próximo estallido. Será que, después de todo, nos encantan los estallidos. País infantil de espasmódicos berrinches. Profecías autocumplidas, aunque siempre haya alguien a quien echarle la culpa. ¿Quién va a tener la culpa del próximo desastre? ¿La Señora?

Ya vivimos mucho tiempo con inflación, demasiado tiempo con inflación. Casi toda mi vida. Odio la inflación. Es la peor mierda que pueda existir. Ya sabemos cómo terminan las espirales inflacionarias. Pero la inflación parece progre. Y hacia allí vamos, otra vez, casi con alegría. Pareciera que a nadie le molesta. Puede que para muchos sea un excelente negocio, pero ¿para quiénes? Yo soy asalariado, para mí no.

Más conflicto. Otro papelón.
Llegó la orden y el palco quedó vacío. Morder la mano que te da de comer, sólo para que nosotros, los buenos, sigamos consumiendo, haciendo memoria (¿de qué?) en museos caros y vacíos, viajando en tren por cincuenta guitas y manguereando el coche por dos con cincuenta. El uno a uno era "irreal", decimos. ¿La energía barata lo es? ¿El subsidio que reparte pobreza es mejor? Menos energía, menos salario, menos vacas, menos exportaciones, menos instituciones, menos empresas, menos cine, menos cultura. Menos innovación, menos educación, menos medios de calidad, menos competencia. Menos transporte, cada vez menos y peor transporte. Hasta donde yo sé, de lo único que se trata esta economía es de contraer la oferta (de todo) y de alentar la demanda. ¿Hasta dónde, o hasta cuándo? Sólo internet nos deja dar un saltito y elevarnos para ver cómo la pasan mejor en otros lados. Acá cerquita nomás, algunos vecinos que maduran y crecen. Aumentan la producción, las exportaciones y aprecian su moneda. Es decir, sus salarios crecen. Acá, exactamente lo contrario.

Allá están los malos. Y les hacemos otro desplante, otra rabieta de nene malcriado. De adolescente eternamente frustrado. Mejor que lo diga uno que sabe, como Carlos Pagni.

jueves, 2 de agosto de 2007

Para empezar a escuchar a The Magnetic Fields

La canción se llama "Yeah! Oh, Yeah" y está en el disco 69 Love Songs, de 1999. Nada que agregar, ese disco (triple) hay que escucharlo.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Ella es Luisita



Como no creo que pueda escribir algo más lindo que Evan sobre el nacimiento de su preciosa sobrinita (ahora soy su tío postizo), mejor los mando a su blog Evanlandia.

Damon Albarn es un capo

Una conclusión un poco obvia la mía, después de tanto tiempo y tantos buenos discos. La crítica especializada en el fondo nunca lo quiso mucho. Cada paso en falso que daba, por mínimo que fuera, era ruidosamente festejado. Es que el flaco lo tiene todo: talento, facha, guita, inteligencia, la clásica acidez británica… Puede que en aquel enfrentamiento contra Oasis por la corona del britpop del los noventa los Gallagher hayan ganado la batalla. Pero si consideramos la trayectoria musical de cada uno a más largo plazo, Albarn ganó la guerra por paliza.

Ahora armó otro grupo, se da el lujo de colgar a los Gorillaz casi seguramante para siempre. Quizás vuelva con Blur. Hace lo que quiere y pareciera que lo tiene todo planeado, que todo le sale como él quiere, que maneja el grado de éxito y exposición pública que quiere tener en cada caso.

Este disco nuevo de The Good, The Bad & The Queen es impecable. Discretito, de entrada parece casi intrascendente. Pero con cada nueva escucha las canciones van envolviendo al oyente en una rara y confortable sencillez, ganando en expresividad. Uno le empieza a encontrar muchos detalles, sonoridades poco comunes puestas casi como al descuido. Una joyita, pero de local del barrio chino.