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jueves, 23 de marzo de 2006

Parque Chas (parte I)


A casi un año y medio de aquel momento -tan significativo- en el que abandoné el barrio de Belgrano tras más de treinta años de residencia para mudarme al casi exótico Parque Chas, creo que sería un buen momento para comentar algunas particularidades de este lugar tan peculiar. De la tranquilidad de sus irregulares calles, de lo fácil que se pierden los que no circulan por allí, de lo agradable de sus plazas, de su disfrutable silencio habla casi cualquiera que quiera ensalzar con entusiasmo las virtudes del barrio. Por eso preferiría en cambio tratar de trazar un panorama de lo más llamativo, lo más notorio de todo lo que sucede últimamente en este pequeño barrio de casas de muñecas que se le ocurrió inventar a un tal señor Chas hace 80 años.

Prácticamente desde que me instalé en mi nuevo hogar pude notar cómo el barrio se encuentra en medio de un proceso de transformación (o quizás actualización) de su fisonomía, seguramente no tan acelerado como el que se aprecia en varias zonas de Palermo desde hace unos años, pero sí continuo y alentador, en rasgos generales. No parece que el barrio vaya a perder en el futuro cercano esa tranquilidad y silencio que le contagian sus intrincadas calles para transformarse en una zona de moda como Las Cañoitas, pero sí es posible aventurar que más temprano que tarde voy a dejar de ostentar el dudoso privilegio de ser el único chico moderno y bien vestido de Parque Chas. Realmente lo soy, no es por soberbio (bueno, sí lo es). Es de esperar también que las únicas músicas que se dejan escuchar por allí, esos deprimentes géneros nacionales en boga que afean el paisaje sonando desde el interior de las casas y coches, pronto dejen algo de espacio para la penetración de otros sonidos más estimulantes. Como esos mismos que, gracias a mi equipo de audio y mi batería, me dedico a emitir con generosidad desde el living enclavado en una de las famosas seis esquinas de Parque Chas, para sorpresa y perplejidad de más de un vecino. Hasta ahora no recibí ninguna muestra de hostilidad abierta, y creo sinceramente que lo mejor para todo el barrio sería que escuchen y aprendan. No es fácil, ni se consigue de un día para el otro.

Pero volviendo al tema principal de esta entrada y dejando de lado las extensas disgresiones al estilo del admirado Mansilla, decía que es notable la cantidad de construcciones y reformas de casas que se aprecian desde hace un tiempo en el ahora oficializado nuevo y laberíntico barrio porteño. Incluso en el mismo bloque edilicio del cual forma parte mi ¿departamento, PH, casa? las reformas están a lo orden del día. No parece que vaya a ser posible mejorar en mucho el inexpresivo exterior del edificio, pero sí se va a ver más prolijo, y los cambios interiores parecen ser profundos. De todos modos, los pequeños detalles siempre ayudan. Tan sólo con dos simples macetas con plantas y flores en mi balcón, el frente que da a la ochava presenta un aspecto mucho más vivo. Me llama mucho la atención lo saludables que están mis plantas, apenas con los cuidados mínimos que les dispenso.

En el resto del barrio el panorama es, en general, bastante alentador. El extraño trazado de las calles hace que las manzanas sean chicas y muy irregulares, y eso implica una limitación y también un desafío para los constructores. Lo que se puede apreciar es bastante variado. Entre lo positivo, chalets rústicos de estilo sobrio, PHs modernos como los que se ven por Palermo, viejas casas con galerías puestas a nuevo. Entre lo negativo, esos impersonales y estrechos grupos de duplex gemelos, cuadrados pero sin gracia, construidos casi como por compromiso. Sé que la carrera de arquitectura es difícil, pero ¿cómo coño puede ser que le otorguen el título a gente con tan poco aprecio por la estética?

Por el lado de los espacios públicos el resultado es más incierto. Se ha presentado un interesante proyecto para reformar la tan odiada por los vecinos fuente de la rotonda de las seis esquinas, la misma que está frente a mi puerta. Pero aún considerando el deteriorado estado de esta fuente no se sabe todavía la fecha de iniciación de las obras ni mucho menos la de su finalización. La plaza "Dominguito" Sarmiento fue apenas acondicionada con algo de grava y arena, pero su aspecto general podría mejorar aún más y la limpieza es algo dudosa, mérito de los dueños de los innumerables perros de la zona. No ayudan mucho tampoco los pibes que juegan todo el día al fútbol. La plaza más linda es la que está por allá al fondo, creo que por la calle Nápoles cerca de Constituyentes. No recuerdo ahora su nombre, pero es la más grande, agradable y cuidada. Da gusto cada tanto caminarse unas cuadras hasta allí.

Y también fue una imprevista novedad el cambio de nombre de la estación del subte, que de su original nombre de "Los Incas" pasó a llamarse "De los Incas-Parque Chas". Tal cual lo que sucedió con la inmediatamente anterior "Tronador" que ahora se llama "Tronador-Villa Ortúzar". Esto rompe con una tendencia histórica del subte, que por la corta distancia que media entre sus estaciones siempre se las denominó haciendo referencia a la calle más próxima a la avenida principal que recorre la línea, o a algún edificio o sitio público de las inmediaciones. Con estos cambios se busca resaltar la presencia del subte en los barrios, quizás en aquellos hasta ahora algo postergados, o que apenas muy recientemente han sido reconocidos como independientes de otro, como es el caso de Parque Chas respecto de Agronomía. Por supuesto, en los únicos lugares en donde estos cambios de nombre son visibles es en los propios carteles indicadores de esas estaciones, siendo totalmente desconocidos para los usuarios que nunca se aventuran por estos pagos. Seguramente, más de una confusión habrá de suscitarse.

Como me han criticado la extensión de las entradas de este blog (los pocos que se han tomado el trabajo de leerlo), concluyo aquí esta primera parte de la nota dedicada a mi nuevo barrio. Prometo para la próxima algunos comentarios sobre algunos lugares y sucesos llamativos, esas cosas que terminan por formar las pequeñas mitologías porteñas. Que siempre es mejor que se mantengan en ese tamaño.

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