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viernes, 25 de enero de 2008

AyS en Brasil (V): Homo consumiens


Para el primer día completo en Río de Janeiro pusimos el despertador muy temprano, como a las siete y media de la mñana, o algo así. Imposible, estábamos tan cómodos en la cama que hasta las nueve ni pudimos movernos. Pero bueno, sabíamos que había que salir, sí o sí. Y había que prepararse para un largo día.

El primer paso era el de todo turista argentino que visita cualquier hotel de pasable para arriba en el extranjero: tomar un desayuno digno de búfalos hambreados. Cosa de ir tirando hasta la tarde, ¿vio?, después un sanguchito y aguantamos hasta la cena.

El problema es que los argentinos en general no estamos acostumbrados a comer mucho a la mañana. En lo personal, me gusta desayunar con cosas dulces, pan, tostadas, budines, dulce de leche, mermeladas… O quizás también más a la americana, con cereales y yogur. Pero nada de frutas a la mañana, por favor. Y menos esos espantosos huevos revueltos con salchichas, o no sé si algo peor. Tan sólo el olor que desprende eso me da arcadas.

El resultado final es que el desayuno de hotel internacional, eso que parece de tanta categoría, termina siendo siempre como dos o tres desayunos comunes a la vez, lo cual nos dejó con un revoltijo de estómago considerable y ganas únicamente de echarnos a hacer la digestión como pitones saciadas. Y por supuesto, cómo no llevarse un yogur o un par de bananitas “para después”. Todos lo hacemos con algo de culpa. Peor es robarse las toallas de la habitación, después de todo. Y no, eso no lo hice nunca.

Pero nada de excusas, había que salir. ¿Por dónde empezar? No lo sabíamos de antes y hasta ese momento nadie había tenido la delicadeza de informárnoslo, pero unos días más tarde una guía argentina que trabajaba en Búzios nos diría que enero es el último mes de la estación lluviosa en Río de Janeiro y la zona de los lagos, estación que empieza en octubre. Y aquel día había amanecido como el anterior: nublado y con amenaza de lluvia. Nos parecía muy raro, pero nada de desanimarnos.

Hasta que el tiempo mejorara un poco, ¿qué se podía hacer que no fuera en espacios abiertos, y que tuviéramos pensado hacer de todos modos? Fácil: shopping. Sabíamos –por el chofer del día anterior- que dos de los más conocidos centros comerciales eran el gigantesco de Barra de Tijuca y el más pequeño y sofisticado Rio Sul. El de Tijuca quedaba en la otra punta de la ciudad, y Rio Sul apenas a unas diez cuadras. Hasta qué punto este mall podría ser sofisticado sin ser para magnates, no lo sabíamos. Pero era más fácil empezar por lo más cercano y después ver.

Caminamos, con un mapita sencillo que nos habían entregado en el aeropuerto, tratando de empezar a entender cómo “funcionaba” esta ciudad. Por la calle del hotel hasta la avenida Princesa Isabel, que imagino que separa Leme de Copacabana. Hacia allí a la derecha y apenas a las tres cuadras ya estábamos frente a un morro, con la posibilidad de atravesarlo por un túnel vehicular ancho y muy transitado, con una mínima veredita para peatones al costado. Dos cuadras y media de túnel generan una sensación extraña. Como que no debíamos estar allí. Pero había otros pocos peatones en dirección contraria, así que seguimos.

Menos de una cuadra después de haber salido del puente, pegadito a una iglesia con varias devotas en la puerta vendiendo velas y haciendo no sé que otras cosas misteriosas, ya estaba el esificio de Rio Sul. Como ya dije antes, casi todo está muy pegado a casi todo en Río. El centro no parecía ni tan chico ni tan sofisticado como nos habían dicho, lo cual era ideal. Poco público, el típico de las diez de la mañana, el del estereotipo machista: señoras al pedo gastando la plata de sus maridos. Antes o después de vaya uno a saber qué más.

¿Qué buscaba yo? Camisetas de fútbol que no se consiguieran en Buenos Aires, nada más. No quería enroscarme con ropa de hombre que sabía que me iba a gustar pero que no podría pagar por el maldito cambio desfavorable. Ya no compro discos, se los pido prestados al Burrito. Libros en portugués, no me parecía. ¿Y qué buscaba Evan? Con los discos y los libros ella hace lo mismo. Sólo buscaba toda la ropa que le gustara. Es decir, casi toda la que había.

Se estableció de ese modo un equilibrio natural. Los dos podíamos estar por segmentos de tres cuarto de hora ocupados con nuestras cosas y haciendo esperar al otro (o pidiéndole su opinión). Sólo que ese tiempo yo lo gastaba en dos o tres locales, y ella, en veinte. El resultado fue previsible, cada uno compró (o dejó fichado para después) lo que deseaba más que ninguna otra cosa. Zapatos ella, camisetas yo.

Llegó entonces el momento de hablar de lo que vi del mercado brasileño de camisetas nuevas, que en Río se limitó a las cadenas de deportes presentes en Rio Sul, unos cinco o seis. Fuera de allí, hubo otros dos locales importantes que serán mencionados más adelante. Además de ferias callejeras y algún sucucho de galería en el centro de la ciudad. Lamentablemente, no retengo los nombres de los locales que visité, excepto los de aquellos en donde compré algo, porque conservé las bolsas.


El primero que vi resultó ser el más grande y mejor provisto. Material y equipamiento para varios deportes. Y un surtido de camisetas bastante importante, claramente segmentado por marcas. Primero, los hits más obvios: Nike con sus casacas del Flamengo y del seleccionado de Brasil. Las del Fla estaban por todos lados, muchos modelos, algunos retro, nada que me enamorara. Y de Brasil estaba el nuevo modelo titular, recientemente lanzado en su versión normal y también en una más económica, parecida pero con menos detalles y un cuello más básico. Esperaba encontrar la nueva alternativa azul, de la cual ya circulaban imágenes en internet, pero aún no había sido presentada oficialmente. Todavía no estaba.

Seguía el perchero de Kappa. El hit era la del Botafogo –como ya mencioné-, pero también había algo de algún club europeo. Nada demasiado importante allí. Pasamos luego a Puma. Había muchas cosas de esa marca, con todo el material del Cruzeiro y el Gremio al frente. También de muchos seleccionados africanos y europeos, pero ninguno de los modelos recién presentados. Lástima, buscaba las nuevas alternativas de Austria o Italia. La del Cruzeiro era muy linda, pero con publicidad en las mangas, elemento que descalifica automáticamente.

A continuación, Reebok. Muy agrandada por el momento del Inter de Porto Alegre y por el local Vaso da Gama. Muchísimas cosas de ambos, algunas bastante lindas, como la negra con franja blanca del Vasco, en un estilo muy básico y elegante. Pero me pasa como a tantos, no tengo onda con esa marca. Proviniendo de Estados Unidos, nunca logró entrar de lleno al mundo del fútbol, por más que haya contratado al Liverpool, a Colombia, a la Argentina y a otros pesados. Quizás le faltó la prepotencia de Nike, que sí logró instalarse, y cómo. Muchos sospechan que en un futuro próximo Reebok será algo dejada de lado en lo que respecta al fútbol por Adidas, su nueva dueña. Tal cual lo que pasó en el Liverpool hace algo más de un año.

La marca que me sorprendió fue Umbro. Salvo al Santos, no auspicia a ningún equipo brasileño importante, pero allí estaba con un perchero muy bien provisto. Se trataba de camisetas de algunos de sus equipos sudamericanos más notables: Nacional de Montevideo, Universitario de Lima y Colo Colo de Santiago. En todos los casos con modelos titulares y alternativos, y además ¡sin publicidades! Increíble y muy tentador. Siempre tuve alguna debilidad por la original combinación de casaca crema y vivos rojos de Universitario. ¡Y sin sponsors! Asombroso. Las otras tampoco estaban nada mal. Decidí agendarlas para después, eran una posibilidad muy válida.

No recuerdo que en ese local hubiera Adidas. La marca alemana llevaba al Fluminense como nave insignia carioca, y al Palmeiras de San Pablo algo más relegado, pero debo decir que fue la única marca de la cual encontré menos material que en Buenos Aires. Ni siquiera tenía un local propio en el mall, y nada de la línea retro Originals. Apenas un stand con relojes y anteojos.

Este primer negocio que encontré fue el de mayor variedad. Los demás no tenían tanto surtido, aunque por aquí o por allá siempre aparecía algo que llamaba la atención. Me resultó casi emocionante encontrar la camiseta actual del München 1860, mi equipo preferido de Munich, camiseta que había buscado, encontrado y comprado en un alucinante negocio de Carnaby St. hacía casi diez años, cuando el equipo todavía jugaba en la Bundesliga. Aparecieron también los modelos Diadora del Napoli y del Hannover, bastante interesantes, así como otras cositas retro de Diadora, una marca que me cae muy bien. Aunque lo que había no era nada del otro mundo. Podría mencionar también un modelo retro del Botafogo hecho por Kappa. Muy bien resuelto, con una tela que mezclaba acrílico y algodón. Y con el número 7 en la espalda y el nombre de un tal Maurízio. Desconozco la historia de este crack. El precio no ayudaba: 120 reales, lo mismo que la nueva. Y ya tengo otras camisetas a bastones blancos y negros. La dejé como última opción.

Pero en uno de los dos locales que la cadena Fisico e Forma tiene en Rio Sul apareció lo más imprevisble. Todas las camisetas Umbro de los equipos más importantes del Reino Unido, titulares y alternativas, incluyendo al devaluado seleccionado inglés. Todas hermosas y auténticas, sin excepción. No como las burdas réplicas de la camiseta de Inglaterra de la calle Lavalle en Buenos Aires. Allí estaban el Sunderland, el Blackburn Rovers, el Everton, , el Birmingham, el Hearts de Escocia Inmediatamente supe que debía llevarme una. El precio me quitó el aliento: 160 reales. Era como comprarlas en Europa, después de todo: 70 euros o 40 libras.

Las principales candidatas eran la titular del Blackburn Rovers o la alternativa del Hearts. La primera era la más linda, colores muy llamativos, una adecuada combinación de clasicismo y modernidad, respetando el diseño tradicional de la camiseta con varios detalles en cuellos, costados y espalda que le dan su definida personalidad sin llegar a lo carnavalesco. Con esa ligereza lograda por las nuevas tecnologías textiles. La del Hearts también era espectacular, además de definitivamente rara y desconocida. Aunque el hecho de contar ya con más de una casaca de la Roma con los colores bordó, blanco y naranja en mi colección me hizo inclinar por un estilo de diseño que no tenía. Por si fuera poco, el escudo del Rovers porta una inscripción que nunca había notado: “Arte et Laboro”. Alea jacta est.

No la compré inmediatamente, sin embargo. Preferí postergar la decisión hasta último momento. Hasta la tarde siguiente, más precisamente. Tenía miedo de desbocarme. Y tenía un par de cosas reservadas para después. Paciencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sencillamente excelente tu blog. Hace tiempo que venía esperando algo similar. A escala tuya, siempre me gustó coleccionar y sobre todo interesarme sobre el ambiente de "utilería". Además, soy poseedor de una web de un club de fútbol del interior (interesantísima las notas del Club de Coronel Suárez).
La curiosidad de mi equipo es la llamada casaca "francesa" no por ningún antecedente con el país del viejo continente sino por la elección de colores. Me gustaría compartir material (fotos) de las distintas camisetas del Club (Rosario Puerto Belgrano) para comentar y quizás realizar una crítica que pueda aparecer en nuestra web.
Realmente tus comentarios son muy buenos, recorrí sin cansarme tu blog e ingresé mas de una vez en distintas secciones.
Te dejo el mail de la web para que quizás podamos comunicarnos y decirme si te puedo enviar material en fotos del equipo, ya que por unanimidad del periodismo de esta zona, la camiseta de Rosario es la más "linda" de los equipos de la Liga del Sur, compuesta también, entre otros por Olimpo y Villa Mitre.

Desde ya saludos, y mucha suerte con este blog que nos deleita tanto a mi como a muchos amantes de las camisetas de fútbol.

el mail es crpbonline@gmail.com y el mío personal es juanmatfp5@hotmail.com

Saludos, atte Juan Manuel

Arte y Sport dijo...

La verdad es que estoy contento, los comentarios tiran cada vez mejor onda. Vamos por buen camino, parece.