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martes, 9 de octubre de 2007

De mi barrio con amor


Desde hace un par de meses no puedo dejar de leer los blogs Por Dior!, Bestiaria y Bodas de sangre. Es difícil describirlos, sólo puedo decir que son de lo más malévolo y gracioso que circula en la red, además de la puerta de entrada a otros blogs igualmente disfrutables. Lo que escribí más abajo se suponía que era un comentario al último post de Bestiaria, pero por esas cosas de las restricciones a la red en el laburo, jamás llegó. O quizás sí llegó, pero no superó el filtro de la moderación, vaya uno a saber. Así que lo reproduzco acá, algo extendido, tratando descaradamente de imitarlos. De eso se trata.

Viví muchos años en el cheto y cada vez más arruculado Belgrano R, pero iba mucho a lo de mi abuela en el Barrio River, y era exactamente como lo describe Bestiaria. Ahora vivo en Parque Chas, y sigue siendo exactamente así. Aunque la mayoría de mis vecinos y comerciantes me miran con desconfianza, a mí me gusta esa atmósfera barrial, me resulta familiar. Se le agradece el contraste con el Centro, o con los barrios más wannabe.

Sin embargo, podría agregar detalles sobre algo bastante más oscuro: una rotisería enfrente de casa, comercio demencial establecido hace más de un año y que se supone debería obtener sus ingresos de la venta de productos comestibles, pero en el que nunca vi a una sóla persona consumiendo o comprando algo. Tampoco creo que tengan allí algo comestible. Lo atiende una familia sacada de Gladiadores de Pompeya, dirigida por la omnipresente madre elefante, asistida por su horrible y amanerado hijo veinteañero de pelo oxigenadísimo. Los rodea una corte de niños y adolescentes de ambos sexos, todos descalzos y escurridizos, mientras que un joven de look tumbero se ocupa del delivery, es decir, está todo el día tirado en la puerta. La familia entera vive en el departamento de arriba, el cual sólo se ilumina por bombitas que cuelgan del techo, detalle de percepción facilitada por la ausencia absoluta de cortinas. El balcón está repleto de objetos, entre ellos, un colchón. Sólo saben hablarse a los gritos. La madre nunca cesa de amenazar a sus crías con los castigos más atroces, aunque éstas no le prestan la menor atención.

Este sucucho infernal acaba de incorporar una nueva atracción a sus hediondas instalaciones: ni más ni menos que un pool. Hasta el momento, tampoco vi a nadie jugando. No puedo entender cómo es que toda esta chusma absurda logra sobrevivir, ni cómo es que ningún poder municipal o nacional aún no se decidió a clausurar este foco infeccioso.


Antes de transformarse en este espanto, en el mismo local supo funcionar un delivery de sushi de calidad más que aceptable, pero apenas sobrevivió unos pocos meses. Para mal o para bien, es evidente que las olas palermizantes tardarán lo suyo en llegar a Parque Chas.


La foto es de la denominada "casa angosta" del barrio. Ubicada en Pampa y Gamarra, apenas tres metros de profundidad. Sólo en Parque Chas.

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